Hoy, como en el pasado, comida y bebida son elementos esenciales en la definición de una civilidad. Lo que comemos y bebemos forma parte de nuestro sentido de pertenencia a una comunidad y participa en la construcción de la identidad cultural. En muchos casos, las normas alimentarias llegan a condicionar nuestros comportamientos y nuestra comunicación interpersonal e intercultural. Junto con el aceite de oliva y el pan, el vino es tal vez el alimento que más ha caracterizado la identidad de la cultura mediterránea desde hace tiempo inmemorable. Es curioso cómo ciertas palabras tienen una raíz etimológica en común con elementos asociados a la producción del vino: vid y vida, cultivo y cultura, sabor y saber…
Además de ser un medio de sustento, el vino siempre ha representado un elemento de socialización, expresando por ejemplo la pertenencia a un territorio de producción, a una capa social o a una comunidad espiritual. Relacionándose con la esfera social, artística o religiosa, el vino es capaz de construir un escenario ritual, tanto sacro como profano, allí donde se consume.
En su célebre libro Mitologías, publicado por primera vez en París en 1957, Roland Barthes escribía: «Como todo tótem vivaz, el vino soporta una mitología variada que no se perturba con contradicciones. Por ejemplo, esta sustancia galvánica siempre es considerada como el más eficaz de los elementos para apagar la sed o al menos la sed sirve de primera coartada para consumirlo («hay sed»). Bajo su forma roja tiene como hipóstasis muy antigua a la sangre, al líquido denso y vital. De hecho, su forma humoral no interesa mucho: es ante todo una sustancia de conversión, capaz de cambiar las situaciones y los estados, y de extraer de los objetos su contrario, de hacer, por ejemplo, de un débil un fuerte, de un silencioso un parlanchín; de allí proviene su vieja herencia alquímica, su poder filosófico de trasmutar o de crear ex nihilo».
La cultura del vino es tan larga como la cultura del hombre. En el imponente libro El vino de los faraones (2003), editado por la editorial de Vivanco, la egiptóloga María Luz Mandago Alonso profundiza en la relación entre la gastronomía y la cultura egipcia y nos cuenta que la tradición vitivinícola era muy difundida en el Egipto de los faraones. Por su parte, Guillermo Carvajal, en el post El origen del vino en la Península Ibérica, publicado en este blog en 2014, nos cuenta que los hallazgos de Huelva y Carmona sitúan la presencia y el consumo de vino en España ya en el siglo VII a.C., aunque es muy probable que los Fenicios lo hubieran introducido por lo menos un siglo antes.
Vaso con la diosa Hathor. Cerámica. Cultura egipcia. XX Dinastía, 945 – 715 a.C. Museo Vivanco de la Cultura del Vino
Se debe probablemente a los mismos Fenicios la introducción de la Vitis Vinifera Sativa también en Sicilia. De allí este cultivo se expandió a la Península Itálica, donde fue domesticada por los Etruscos hacia el año 1.000 a.C. Los Etruscos asociaron el consumo de vino al culto de Fufluns (o Puphluns), dios de las plantas, la felicidad, la salud y la abundancia. Adorado especialmente en la ciudad de Fufluna (o Pupluna, que los romanos llamaron Populonia) este dios fue adoptado brevemente por los Romanos. Pronto sin embargo fue reemplazado por otros dioses itálicos de la fertilidad, el más conocido de los cuales fue seguramente Baco.
Mosaico con cabeza de Baco (Opus tesellatum). Cultura romana, siglo III – IV d.C. Museo VIvanco de la Cultura del Vino
En la cultura romana la casa era el lugar en el que disfrutar de la vida, según la disponibilidad económica de cada uno. Para los más ricos y para la aristocracia, la domus desempeñaba una importante función social, como lugar para la exhibición pública de status, elegancia y fineza. Rodeados por mosaicos, frescos y otros tipos de obras de arte, los banquetes tenían lugar durante horas y horas y el vino era un protagonista imprescindible, como alimento y como elemento ritual. En el post Vita vinum est!, publicado en este blog en 2014, ya recordé la teatralidad cómica de la famosa Cena de Trimalción, ambientada en la época imperial romana y contada por Petronio en las divertidas páginas de El Satiricón.
En época cristiana el vino adquirió una nueva función simbólica de tipo religioso, como elemento esencial en la celebración de la liturgia eucarística. Conmemorando la última Cena de Jesucristo, hoy en día pan y vino siguen siendo ofrecidos a Dios por el sacerdote, quien los convierte a través del ritual sagrado en el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Si volvemos a la actualidad, podemos observar que en la época contemporánea el cine (tal vez el medio de comunicación y de creación artística más característico del siglo XX) ha sido el gran motor de la construcción del imaginario colectivo y de las mitologías modernas de nuestra civilidad globalizada. Desde sus inicios, el cine ha reflejado la indisoluble relación entre la cultura humana y la cultura del vino. Innumerables películas han representado, desde diferentes puntos de vista y bajo diferentes formas, la presencia y la importancia del vino en nuestra historia y en nuestra cultura.
El cine del Vino, Bernardo Sánchez Salas. Editorial Dinastía Vivanco, 2007
Como se puede comprobar leyendo otro libro editado por la Editorial de Vivanco, El cine del vino (2007) de Bernardo Sánchez Salas, el vino es sin duda uno de los grandes protagonistas de la historia del cine y su presencia es realmente imponente. En este libro el autor lleva a cabo un análisis minucioso de una gran cantidad de películas relacionadas con el vino, bien como elemento con un valor simbólico y alusivo o bien como tema en sí. Entre las decenas de películas analizadas cabe destacar sin duda obras como Wine (1924, Louis J. Gasnier); Marcelino Pan y Vino (1955, Ladislao Vajada); Días de vino y de rosas (Days of Wine and Roses, 1963, Blake Edwards); La leyenda del Santo Bebedor (La legenda del santo bevitore/La légende du saint buveur, 1981, Ermanno Olmi); Entre copas (Sideways, 2004, Alexander Payne) o Mondovino (2006, Jonathan Nossiter).
Además de películas que hacen referencia más o menos explícita al vino en el título, el autor analiza también obras en las que el vino y la viñas destacan en un dato momento de la historia. Entre otras, no podemos dejar de mencionar Fantasía (1940), el largometraje producido por Walt Disney del que ya hablé en el post Un fragmento de Fantasía en La Rioja y en el que vemos a un Baco ebrio danzar sin inhibición mientras el vino fluye como un río; Tiempos modernos (Modern Times, 1936, Charles Chaplin); El gran dictador (The Great Dictator, 1940, Charles Chaplin); Encadenados (Notorious, 1946, Alfred Hitchcock); Jules y Jim (Jules et Jim, 1961, François Trouffaut); Viridiana (1961, Luis Buñuel); El Evangelio según San Mateo (ll Vangelo secondo Matteo, 1964, Pier Paolo Pasolini) o El Padrino I, II y III (The Godfather I, II, III, 1972, 1974, 1990, Francis Ford Coppola).
A propósito de la famosa saga de Coppola, Sánchez Salas escribe: «El vino rojo acompaña el desangramiento de El Padrino, sobre todo de los primeros actos, entre 1901 y 1959: el medio siglo de la construcción del clan Corleone y del país americano. El vino en manos de los personajes de esta tragedia es como una segunda sangre, como una admonición. Tras el tiroteo de apertura, en la secuencia del entierro en el pedregal de Corleone, en Sicilia, Don Ciccio espera con un vaso de rosso de la tierra en su mano a que la viuda de una de sus víctimas, Antonio Andolini, venga a implorarle que aunque haya asesinado a su marido y a su hijo mayor no condene a su hijo pequeño, Vito, que sólo tiene ocho años. Pero realmente la madre viene a apuñalar a Don Ciccio».
Cualquier apasionado de cine y de vino, o simplemente quienquiera que esté interesado en profundizar la fascinante relación que, desde hace más de un siglo, liga tan estrechamente estos dos ámbitos de la cultura, además de leer el interesante libro de Sánchez Salas, puede visitar el Museo Vivanco y su pequeña sala de cine. En ella se proyecta constantemente un cortometraje con entrevistas y cortes de películas donde se explica la influencia y presencia del vino en el cine.
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