Nací en Logroño en 1975 cuando mi padre estaba dando forma a todo lo que es Vivanco hoy. El vino, bueno, era muy importante para mi familia y para mí, aunque, he de reconocer, que cuando uno es niño piensa en otras cosas. Recuerdo a mi abuelo Santiago contándome historias de aquellos primeros pasos.
Recuerdo que todos los fines de semana subíamos de Logroño a Briones a ver cómo el sueño de mi padre y de nuestra familia tomaba forma poco a poco. Íbamos a trabajar al viñedo e incluso a trasegar alguna que otra barrica. Con 18 años me fui a Pamplona a estudiar ingeniero agrónomo. Uno, cuando siente el vino, tiene la necesidad de conocerlo todo, y en Pamplona aprendí la técnica, la ciencia, el porqué de cada cosa. Allí me formé, pero donde verdaderamente me enamoré del vino fue en Burdeos. Dos años estudiando en la Facultad de Enología y otros dos elaborando en algunas de las bodegas más reputadas de la zona me hicieron reflexionar profundamente sobre lo que La Rioja y sus terruños podrían dar de sí. ¿Por qué no mostrar al mundo nuestro patrimonio vitícola? Nuestras variedades autóctonas, nuestros microclimas. Vinos auténticos, procedentes del viñedo. Elaborados con respeto y, sobre todo, únicos, nuestros. En 2001, regresé a Briones con esa idea y me puse a trabajar. Hoy y siempre será mi reto personal.