La copa de vino es un elemento fundamental a la hora de la cata y de disfrutar al máximo de este producto. Es el principal objeto a través del que nos relacionamos con este alimento, y su diseño está cuidadosamente pensado para favorecer las cualidades organolépticas del vino. Esto es, que ayuda a realzar aquellas características del vino que somos capaces de percibir a través de nuestros sentidos: el color, su aroma, su sabor…
Dicho esto, tampoco hay que obsesionarse con este tema. En la actualizad, dada la gran demanda de consumo de vino que existe en el mundo, los niveles de complejidad y sofisticación que se están alcanzando en todo el universo que gira en torno al vino parecen infinitos. Hoy en día se producen diferentes tipos de copas atendiendo incluso a la variedad de uva con la que se ha elaborado un vino. Pero no tendría ningún sentido permitir que un exceso de tecnificación nos distrajera de nuestro objetivo principal, que no es otro que disfrutar de un buen vino.
En el justo medio está la virtud. No es necesario que corramos a pertrecharnos de todo un arsenal de copas diferentes. Puede disfrutarse de un vino casi en cualquier copa. Sin embargo, es importante que conozcamos las principales características y elementos de una copa de vino y cómo influyen estos en nuestra percepción a la hora del consumo. Esta información nos ayudará a elegir mejor nuestras copas en función del tipo de vino que más nos guste. Y también veremos cómo es posible disfrutar de cualquier vino con solo tres tipos de copas diferentes: una para vinos tintos, otra para blancos y otra para vinos espumosos.
Elementos y características de una copa de vino
El material
Las copas de vino se fabrican, por lo general, en cristal o en vidrio de alta calidad. Esto hace posible que las paredes de la copa sean lo más finas posible, presentando un grosor ideal de alrededor de un milímetro. La función de unas paredes tan finas responde a que no altere las sensaciones que percibimos del vino a través del tacto en el momento de consumirlo. Además un grosor excesivo suele hacer que la copa resulte incómoda al contacto con nuestros labios. Este material permite también una perfecta visibilidad del vino a su través. El cristal debe ser incoloro e intentaremos evitar adornos que dificulten la correcta observación del vino.
La base
La base de la copa debe ser lo suficientemente ancha como para que la copa se mantenga en vertical con una cierta firmeza y estabilidad. La base es, además, una de las partes por las que se debe sujetar la copa.
El tallo
El tallo de la copa es un elemento fundamental, a pesar de que hayan llegado a comercializarse “copas” sin tallo. La función del tallo es la de ofrecer un punto de sujeción de la copa sin que nuestras manos tengan que entrar en contacto las paredes del cuerpo. De esta manera, evitamos transmitir el calor de nuestras manos a la copa, lo que alteraría la temperatura del vino. De la misma manera, no mancharemos el cristal y podremos observar el líquido con claridad. En el momento de la cata, debemos intentar sostener la copa por la parte del tallo más cercana a la base, así pondremos mayor distancia entre nuestra nariz y nuestra mano, dificultando una contaminación de los aromas propios del vino.
El cuerpo
Es la parte principal de la copa. Ya hemos visto por qué sus paredes deben ser lo más finas y transparentes posible, pero su forma también tiene una importancia vital. La forma y el tamaño de la copa determinarán el desarrollo que los aromas del vino tendrán dentro de ella. El fondo debe ser redondeado para permitir una correcta oxigenación en el momento de servir el vino. Lo normal es que el diámetro del cuerpo en su parte más ancha supere el diámetro de la abertura. De esta manera se fomenta una concentración de los aromas dentro de la copa. Esta forma ayuda a que podamos hacer girar el líquido dentro de la copa, con lo cual “abrimos” el vino, y nos es más fácil descubrir diferentes matices en su olor y sabor.
La abertura
La abertura de la copa de vino puede tener diferentes formas. Lo normal es que sea más estrecha que el cuerpo de la copa, para concentrar los aromas del vino. Es importante que la copa, y por extensión la abertura, tengan un tamaño suficiente como para que nos permita introducir la nariz en el momento de probar el vino. Así percibiremos directamente los aromas a la vez que introducimos el líquido en nuestra boca. La forma de la abertura también influye en nuestra percepción del sabor del vino. Por lo general, las copas con aberturas más rectas y cerradas están diseñadas para que el líquido se distribuya por nuestra boca desde la parte de atrás, llegando por último lugar a la punta de la lengua, donde tenemos los receptores del sabor dulce. Las copas con aberturas más anchas y abiertas provocan el efecto contrario, potenciando el dulzor del vino, algo que puede ser interesante, por ejemplo, en el caso de vinos blancos secos. Estas últimas, evitan también una excesiva concentración de olores que podría resultar inadecuada para vinos muy aromáticos. El corte del cristal en la abertura debe ser recto y sin redondeces.
Estas son las principales características que debemos tener en cuenta a la hora de elegir cualquier tipo de copa de vino de cierta calidad. En cuanto al tipo de copas que deberíamos tener en casa, basta con que dispongamos de tres tipos diferentes, que son los más comunes que nos encontramos en cualquier servicio de mesa: una copa para el vino tinto, otra para el blanco y otra para el cava, el champán y otros vinos espumosos.
Copa para vino tinto
Las copas de vino tinto suelen ser las de mayor tamaño. De esta manera se maximiza el contacto del vino con el aire, facilitando su oxigenación. Entre los modelos más extendidos destacan la copa de tipo Borgoña y la de tipo Burdeos. La primera de las dos suele presentar un diámetro de cuerpo mayor y una abertura más cerrada. Su diseño facilita el giro del líquido en su interior. La copa de tipo Burdeos es la de uso más común y, por lo tanto, la que encontramos en la mayoría de establecimientos y tiendas. Es algo más alta que la copa Borgoña y de figura más estilizada. El corte recto de su apertura sirve para distribuir el vino por el centro de la boca. De esta manera se mitiga de alguna manera el sabor amargo de los taninos.
Copa para vino blanco
Similar a la típica copa Burdeos para vino tinto es la copa más común donde se sirve el blanco. Su tamaño es un poco menor a la de tinto y la apertura algo más abierta, para potenciar el sabor dulce del vino en boca. Estas copas presentan también un largo del tallo algo mayor, para conservar la menor temperatura a la que suelen servirse este tipo de vinos. Estas copas también pueden servirnos perfectamente para servir vinos rosados e incluso tintos jóvenes y afrutados, ya que no necesitan un gran tamaño de cuerpo para el correcto desarrollo de sus aromas.
Copa para vinos espumosos
Son las típicas copas en las que se sirve el cava o el champán, pero pueden utilizarse también con otro tipo de vinos espumosos. Se distinguen por un tallo largo y una forma de cuerpo mucho más estilizada. Esta forma está pensada para conservar el líquido a baja temperatura y para poder apreciar correctamente la formación y evolución de las burbujas características de este tipo de vinos.
Conociendo las características fundamentales de una copa podremos elegir con facilidad el tipo que mejor se ajuste a nuestras necesidades. Debemos prestar atención a la manera en la que estas características afectan a nuestra percepción del vino, pero como ya decíamos, sin obsesionarnos. Al fin y al cabo, el protagonista debe ser siempre un buen vino.
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