“Et però credo che molta felicità sia agli homini che nascono dove si trovano i vini buoni” (Y sin embargo creo que mucha felicidad está en los hombres que nacen donde se encuentran los vinos buenos), dijo una vez Leonardo da Vinci. Y lo cierto es que el gran genio del Renacimiento italiano —el que fue el símbolo y el mejor interprete artístico y científico del espíritu humanista de su época— sabía de lo que hablaba.
Leonardo da Vinci y el valor espiritual del vino
Registrado al nacer como “Lionardo di ser Piero da Vinci” (del nombre de su padre), el 15 de abril de 1452, en la localidad de Vinci, situada en la provincia de Florencia, en el corazón de la Toscana, Leonardo fue un gran apasionado del vino (además de muchas otras cosas…). Su familia poseía una finca, rodeada de viñedos, en la pequeña aldea de Anchiano, perteneciente a esa área que hoy en día se conoce como zona vinícola del Chianti Montalbano. En esa maravillosa tierra de viñas y colinas, los siglos es como si no hubiesen pasado y los paisajes siguen siendo igual de bonitos y fascinantes que entonces.
A lo largo de su vida, Leonardo dedicó al vino muchas reflexiones y observaciones minuciosas. “Il vino, il divino licore dell’uva” —como él mismo lo definió— tenía para él una importancia fundamental, con un valor casi espiritual. Y esta faceta, tal vez menos conocida de su biografía, fue una constante en toda su extraordinaria trayectoria humana y creativa, quedando reflejada en dibujos, estudios de botánica y hasta indicaciones en ámbito vitivinícola. En una carta de 1515, por ejemplo, escribe al granjero de su finca en Fiesole, dándole instrucciones sobre cómo producir un vino excelente y sin defectos, redactando una especie de manual de viticultura de hace cinco siglos.
Leonardo da Vinci. Study of a Tuscan Landscape. 1473. Uffizi Gallery.
El Año de Leonardo
Este año se celebra el 500° aniversario de la muerte de Leonardo. El maestro falleció el 2 de mayo de 1519, en Amboise, donde se había instalado, tres años antes, tras seguir a su nuevo protector, el rey de Francia Francisco I. Para celebrar el Año de Leonardo, se han puesto en marcha centenares de iniciativas en todo el mundo. Tanto en Italia (y especialmente en Florencia, Roma y Milán, ciudades en las que el artista fue particularmente activo) como en Francia, España, Reino Unido y muchos otros países europeos y extra-europeos se han organizado exposiciones, conferencias y otros tipos de iniciativas de carácter cultural y artístico, dedicadas a la memoria y la divulgación de la obra de este excepcional protagonista del conocimiento universal.
Entre otras iniciativas, destaca la reapertura (tras unos años de cierre por reestructuración) del Museo Ideale Leonardo da Vinci, en el pueblo de Vinci. El museo está situado en frente del que fue el antiguo molino del ayuntamiento, del que el artista se apoderó en 1478, junto con su padre y su tío. En Vinci también se reabrirá el Museo Leonardo e il Rinascimento del Vino, situado en un edificio que ya en el siglo XIX acogía otro museo del vino, el “Museo Masetti” (propiedad de la familia del conde Masetti da Bagnano). Dicho museo, en 1868, fue definido como “el museo del vino más antiguo del mundo” por el héroe nacional italiano Giuseppe Garibaldi (1807-1882), quien relató en sus memorias las grandes emociones que sintió al visitar su bodega y al ver los numerosos objetos expuestos.
La Viña de Leonardo
Pero hay un lugar muy especial, en Italia, donde hoy en día se puede casi respirar la gran pasión de Leonardo por el vino, La Vigna di Leonardo en Milán.
En marzo de 1482, Lorenzo de Medici envió Leonardo, quien entonces tenía treinta años, a Milán como emisario florentino, para que trabajara para el mecenas Ludovico Maria Sforza —llamado El Moro— y al mismo tiempo contribuyese a mantener buenas relaciones diplomáticas entre la Florencia del Magnífico y el poderoso Ducado de Milán. En junio de 1493 da Vinci recibe el título de «ingeniarius ducalis» y entre 1494 y 1498 pinta su obra maestra, el fresco de La última cena, en el convento dominico de Santa Maria delle Grazie. En 1498, como señal de reconocimiento, Ludovico le concede la propiedad de una viña con una extensión de 16 pertiche (una pértica milanesa equivalía aproximadamente a 654,5 metros cuadrados).
En torno a la viña de Leonardo han surgido leyendas e historias muy fascinantes, que entrelazan el artista con sus obras y sus seguidores. Hay quien ha llegado a imaginarse el maestro, después de un largo día de trabajo, atravesar andando el Borgo delle Grazie y llegar a su viña para admirarla o controlar su situación.
Desafortunadamente Leonardo pudo gozar de su viña por poco tiempo, ya que en 1500 las tropas francesas derrotaron El Moro e invadieron Milán. Leonardo dejó la ciudad y alquiló la viña al padre de su pupilo, Gian Giacomo Caprotti, llamado Salai. Leonardo volverá a hacerse con ella solo en su lecho de muerte, en 1519, cuando los franceses se la devolvieron tras habérsela confiscado. Fue mencionada en su testamento y dejada en herencia en parte a Salai y en parte a otro servidor.
Tras siglos de abandono, la viña ha vuelto a nacer en el año 2015, por voluntad de la fundación milanesa Portaluppi y de los actuales propietarios de la Casa degli Atellani, un palacio renacentista que fue construido sobre los terrenos de la viña. Gracias al estudio de mapas de la ciudad de la época y a la participación de la Universidad de Milán, en colaboración con el enólogo Luca Maroni, la genetista Serena Imazio y el profesor Attilio Scienza, uno de los máximos expertos mundiales del DNA de la vid, ha sido posible encontrar y reimplantar en su sitio originario vides idénticas a las de la viña de Leonardo.
Casa degli Atellani (Milan). Autor: Carlo Dell’Orto
Como explica Moroni, la aventura empezó en 1999, cuando se descubrió la noticia de la donación de la viña a Leonardo por parte del Moro. En 2004 inició la investigación para identificar la ubicación exacta de la última parcela del viñedo originario. Una vez identificada, se realizaron excavaciones con el objetivo de encontrar residuos vegetales todavía en vida de las vides originarias (el viñedo había sido incendiado en 1943, tras un bombardeo durante la segunda guerra mundial). A través de un complejo estudio genético, se llegó a identificar tanto la especie de la vid originaria (llamada Malvasia di Candia Aromática) como un clon de la especie actualmente viviente que fuese genéticamente más parecido a ella.
La Cultura del Vino, un saber universal y atemporal
La viña fue así reimplantada en la que fue la sede original de la viña de Leonardo, es decir en un espacio adyacente a la Casa degli Atellani. Actualmente La Vigna de Leonardo es un espacio que se puede visitar en un recorrido a número cerrado de media hora, desarrollado en siete etapas a través de las cuales se va conociendo la increíble historia de esta parcela y su incalculable valor cultural, histórico, científico y enológico.
Un mismo amor por la Cultura del Vino, tanto en sus aspectos organolépticos como en sus manifestaciones simbólicas, es el que une a Leonardo con los profesionales que, después de cinco siglos, han protagonizado esta increíble historia de investigación y divulgación. Se trata de una pasión universal, que supera los confines geográficos y temporales y se traduce en un deseo constante de conocer, descubrir, conservar y educar a las generaciones presentes y futuras. Un deseo de mantener vivo un aspecto esencial de nuestra civilización, un elemento de conexión entre la tierra y los valores espirituales de la humanidad. El mismo deseo que, desde hace veinte años, anima y guía en España las actividades de la Fundación Vivanco y de su Museo de la Cultura del Vino.