Existen infinidad de quesos distintos, cada uno de ellos marcado en su personalidad por la influencia de la tierra en la que se produce, al igual que pasa con el vino. Podemos degustar quesos elaborados a partir de leche de vaca, de oveja y de cabra. Esta leche puede ser procesada de muchísimas formas diferentes hasta obtener el producto final. Hay quesos frescos, semicurados y viejos en función del grado de curación que presentan, de una forma muy similar a lo que ocurre con la crianza de los vinos.
Queso y vino son, en definitiva, alimentos con historias paralelas. Y es por ello que la unión de estos dos productos forma un tándem perfecto al paladar difícilmente superable por otras combinaciones.
Pero mezclar queso y vino no es garantía directa de éxito en el maridaje, sino que la complejidad y características propias que presentan cada uno de los productos por separado deben ser tenidas muy en cuenta para lograr un buen maridaje. Por ello, y aunque ya sabemos que el maridaje es principalmente una cuestión de gustos, hoy veremos algunos consejos básicos que podemos tener en cuenta para no equivocarnos al combinar vinos y quesos.
En el equilibrio está la clave
A la hora de maridar vino y queso, debemos valorar el equilibrio de la combinación en su conjunto, de manera que ambos productos se complementen y se potencien el uno al otro.
Como en cualquier maridaje, hay que intentar evitar que una de las partes eclipse a la otra. Vino y queso deben tener la suficiente personalidad por sí solos para que la unión sea satisfactoria, pero hay que medir, principalmente la intensidad de sus sabores. Más aún si tenemos en cuenta la fuerza que pueden llegar a mostrar algunos quesos muy curados u olorosos, capaces de saturar por sí solos la sensibilidad de nuestras papilas gustativas.
A la hora de buscar este equilibrio entre sabores, como vimos en 5 consejos para maridar con vino, podemos guiarnos por dos criterios opuestos: asociación o contraste. Por lo general, el criterio de asociación será más fácil de aplicar con éxito en el maridaje de vinos y quesos.
Por ejemplo, podemos combinar vinos blancos, rosados y tintos jóvenes y afrutados con quesos frescos, quesos cremosos y ligeros como el Cámembert, con quesos Brie, etc. Y a medida que vayamos pasando a quesos más curados y con sabores más potentes, el vino deberá presentar un mayor tiempo de crianza, más cuerpo y estructura.
Por ejemplo, una buena combinación podría ser la de vinos blancos secos o blancos con cierta crianza en barrica con quesos semicurados con cierta intensidad, como un Idiazábal o un buen queso manchego.
Si incrementamos un paso más la intensidad de ambos productos, podemos pasar a quesos muy curados y viejos, e incluso a los potentes quesos azules, como el Roquefort, el Gorgonzola o el Cabrales. Este tipo de quesos nos pedirán vinos con un nivel de complejidad mucho mayor, como por ejemplo un tinto reserva con mucho cuerpo. O si aplicamos el criterio de buscar el contraste entre productos, podemos combinar estos quesos muy grasos y con alto contenido en sal, con vinos olorosos, amontillados, etc. que nos darán un contrapunto dulce y aportarán una cantidad de alcohol adecuada para neutralizar las grasas del queso.
El vínculo de la tierra
El lugar de procedencia de los vinos y quesos que queremos maridar puede ser un buen punto de partida para dar con una combinación satisfactoria.
Hay que tener en cuenta que tanto las uvas con las que se hacen los vinos, como los pastos con los que se alimenta a al ganado para obtener la leche a partir de la cual se elaboran los quesos, estarán fuertemente marcados por las características del terruño. Además, los posteriores procesos de producción a los que se sometan estas materias primas, vendrá condicionados por los gustos locales de las gentes que elaboren tanto los vinos como los quesos. Por ello, no es de extrañar que productos que vengan de una misma comarca o denominación de origen, muestre características similares y que se complementen muy bien.
Un buen ejemplo de este vínculo, pueden ser los vinos tintos de La Mancha y los famosos quesos manchegos; los quesos tiernos gallegos, o el queso de Tetilla y su combinación con blancos secos de la tierra como un Rías Baixas o un Ribeiro; etc.
Cremosidad, acidez y aguja
El queso es un alimento con un alto contenido graso. En función de la cantidad de grasa y del proceso de elaboración, obtendremos quesos más o menos untuosos y mantecosos.
Una buena forma de compensar la sensación en boca de quesos con estar características, es combinarlos con vinos que presenten un alto grado de acidez, como pueden ser algunos blancos elaborados a partir de uvas poco maduras. Los vinos de aguja y espumosos también funcionan muy bien a la hora de potenciar la cremosidad de este tipo de quesos blandos en boca.
Un buen ejemplo de este maridaje podría ser la combinación de una Torta de la Serena con un cava.
Un vino, un queso
A menudo nos gusta degustar varios quesos a la vez como aperitivo, como entrante en comidas y cenas, etc. Pero debemos tener en cuenta que cada vino y cada queso tienen una personalidad propia, lo que hace que el maridaje de estos dos productos sea ciertamente complejo. Por ello, si vamos a degustar tres o cuatro tipos diferentes de queso, es complicado encontrar un vino que vaya bien con todos. Lo ideal sería disfrutar de un vino diferente para tomar con cada tipo de queso, o bien realizar una selección de quesos que por sus características casen bien con un determinado vino.
¿Qué queso elegir para disfrutar de un vino Vivanco?
Como bien adelantábamos al inicio de este artículo, el maridaje es, sobre todo, una cuestión de gustos. Por ello, debemos estar abiertos a experimentar en el maridaje de vinos y quesos. Nunca se sabe cuándo podemos encontrarnos con una combinación perfecta para nuestro paladar. Desde Vivanco os lanzamos una propuesta de quesos que maridan a la perfección con algunos de nuestros vinos:
Vivanco Crianza
Este crianza es un vino fresco, elegante y equilibrado. Tiene un marcado carácter floral y aroma intenso a fruta fresca madura. Ofrece también notas aromáticas de regaliz, de especias y matices tostados y ahumados. Un vino perfecto para degustar junto con un queso semicurado Manchego o con un queso Castellano.
Vivanco Reserva
Nuestro reserva es un vino complejo y especiado que ofrece un paso envolvente y sedoso en boca y un sabor profundo e intenso, perfecto para acompañar a quesos curados y viejos de sabor fuerte. Un buen compañero para este vino podría ser un buen queso curado de la D.O.P. Camerano, producido en la Sierra de Cameros, en La Rioja.
Vivanco Viura-Tempranillo blanco-Maturana blanca
Este vino blanco elaborado a partir de variedades blancas autóctonas de La Rioja tiene un carácter especial. De aroma intenso y expresivo, recuerda a la manzana verde, al melocotón blanco y a cítricos. Fresco en boca, es un vino perfecto para combinar con un buen queso de cabra, con un queso D.O. de Tetilla o con un Parmesano.
Vivanco Tempranillo Garnacha
Nuestro rosado es un vino con marcado aroma floral que recuerda a frutos rojos, a rosas y a violetas. Es un vino con una acidez bien equilibrada y refrescante. Una magnífica elección para disfrutar junto con un queso cremoso y suave, como un Camembert o con quesos frescos.
Vivanco 4 varietales Dulce de Invierno
Este Dulce de Invierno es uno de nuestros vinos más especiales. Elegante, delicado y con un intenso aroma a frutas escarchadas es un contrapunto perfecto para buen Cabrales o cualquier otro queso azul de calidad.
