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Blog Vivanco: #CulturaDeVino
En el blog de Vivanco, entendemos el vino como una forma de vida, desde una perspectiva innovadora y llena de energía, ofreciéndote una experiencia única en torno a la Cultura del Vino.
Maneras de Contar

Un apasionado Robin Hood, sobre las cuerdas de una guitarra

Pablo Sáinz Villegas

«La verdad más auténtica que he descubierto en la música ha sido aceptar mis limitaciones y aprender a quererme un poco más».

Entrevista realizada por Lali Ortega Cerón

Cerca de Passau, en la Baja-Baviera, el luthier Matthias Dammann moldea el cuerpo y el alma de una de las cinco guitarras que anualmente salen de su taller, situado a unos 100 kilómetros de Munich. Desde 2007, uno de esos hijos inolvidables de madera y cuerda se funde, en cada concierto, en las manos y la esencia más profunda de Pablo Sáinz Villegas. Siempre actúa con la misma. Porque cuanto más la toca, más la conoce. Y cuanto más la conoce, mejor se expresa. Y esa guitarra, como él, necesita estar viva.

Las partituras de los compositores más geniales de la historia han emocionado, gracias a uno de los guitarristas más sobresalientes de la actualidad, a emblemáticos auditorios de los cinco continentes: desde el Carnegie Hall de Nueva York, a la Filarmónica de San Petersburgo o el Musikverein de Viena. También a más de 15.000 niños que, a su vez, y gracias a una sonrisa que ilumina escenarios mucho más sombríos, le han dado más de una lección vital a este músico sobresaliente, apasionado y cercano. Un mago de las cuerdas, fundador del proyecto filantrópico “El legado de la música sin fronteras”.

Tras actuar en el concierto «Plácido en el Alma» (29 de junio, en el Estadio Santiago Bernabéu), Pablo Sáinz Villegas cumple una de sus afirmaciones más categóricas: “tras los viajes, tras los conciertos, tras los aplausos, el lugar al que siempre quiero volver es, sin duda, La Rioja”. Es su tierra. Es su casa. La misma que comprobó que, sobre el escenario, un niño de 7 años tenía madera de artista.

Nos conocimos una tarde de verano de 1994, en un autobús Logroño-Madrid. Coincidimos uno al lado del otro, en las primeras filas, a la izquierda del conductor. Tú ibas al lado de la ventanilla… ¡Y con el tiempo (unos cuantos años después) Vivanco nos volvió a juntar! Ahí estabas con tu guitarra como confidente, con 17 años a cuestas y la vida por delante. Creo recordar que era tu primera audición en la capital…

(Risas…) ¡Ahí tienes mejor memoria que yo! Esa es la edad… Sin duda tenía 17 años, porque era la primera audición para entrar en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Suponía completar los dos últimos años de carrera titulada en España. Era un paso muy importante y emocionante en mi vida: ir de Logroño a Madrid y participar en esta institución con otros guitarristas a nivel nacional, ya no sólo regional. Y también la oportunidad de tocar otro repertorio con el que siempre había soñado, como el Concierto de Aranjuez, obra culmen de la guitarra clásica española, que se estudia en el último año de carrera. Y además de la emoción, también suponía el “gusanillo” de decir ahora estoy en una liga mayor, tengo que ganarme mi plaza para entrar en el Real Conservatorio, con los mejores guitarristas de España. Salió muy bien. Fui segundo en ese examen y dos años más el primero de mi promoción. Una entrada maravillosa y una salida por la puerta grande.

 

¿Qué queda de ese chico de provincias?

Muchísimas cosas, por no decir casi todo. Cuando te formas como ser humano, lo haces desde que naces hasta que llegas a ser un adulto. Y todos esos años los pasé en La Rioja. Y, en verano, en el pueblo burgalés de mi padre y en el de Palencia de mi madre. Soy parte de estas experiencias alrededor de la naturaleza; y, por otro lado, de la calidad de vida, de las personas y del entorno que una ciudad como Logroño te ofrece. Crecí con estas experiencias y, por supuesto, en el nido de una familia maravillosa donde los valores humanos han sido, son y serán prioritarios. Todo eso queda en mí, como persona y artista, y es lo que me hace conectar con la gente. Me considero un Robin Hood de la guitarra, porque es el instrumento más cercano. La música es para todos: le pertenece al público y así lo quiero compartir.

La vista es el primer sentido que ejercitamos al catar un vino. ¿Un músico mira la vida de otra manera?

Sin duda. El mundo tiene muchas caras y depende de nosotros qué cara queremos ver y cómo la queremos ver. Es ahí donde los artistas tenemos la bonita responsabilidad de ser idealistas, porque si no, ¿quién lo es? Es un medio de humanización, de llevar a los demás un poco más allá.

¿También escucháis la vida con otra intensidad?

Por supuesto. El oído es nuestro medio de contacto artístico y los músicos lo desarrollamos a un nivel fuera de lo común. Por eso somos tan sensibles a cualquier ruido, a cualquier música. Es nuestra manera de conectarnos con el mundo. Tenemos otro grado para empatizar con los demás. Por otro lado, el silencio es el cambas para el músico, el que permite que la música se pueda construir y dibujar. Una conversación no se puede producir si no hay una escucha del prójimo. Este sentido es el medio que nos permite comunicarnos, algo tan ancestral e importante en la historia de la civilización… y en estos momentos.

La mezzosoprano Teresa Berganza, patrona de la Fundación Vivanco para la Cultura del Vino, comentaba en una entrevista que sabría reconocer los teatros por el olor…

Fíjate que si tengo que escoger un sentido más vago, es el del olfato. (Risas) ¡Se me fueron todas las neuronas al oído! Usaré el olfato para una buena comida y un buen vino, para que sea más emocional. Pero es cierto que sí lo uso a nivel imaginativo, para dar carácter a la música: más agrio, más dulce… son sensaciones con las que se pueden hacer paralelismos musicales.

Cuál crees que sería el sonido de la madera de una guitarra

Es un misterio. Incluso si un luthier fabrica dos guitarras con la misma madera, con las mismas tapas y el mismo corte, no sonaría igual. No hay una ciencia exacta. Ahí entra la mística del artesano. Y ellos, de hecho, lo sienten así.

¿Qué es lo más bonito que te han dicho?

(Pensativo…) Hay varias… y bueno, son palabras que alimentan el ego. A todo el mundo le gusta que le digan cosas bonitas y después de un concierto la gente te regala palabras preciosas, que agradezco profundamente. La primera persona que me ha venido a la cabeza fue, después de un concierto en California, una mujer. Me dijo que era el Rafael Nadal de la guitarra. Y me pareció una analogía bonita por esa pasión, ese compromiso, esos valores… por todo lo que representa Rafael Nadal en un campo tan competitivo como el tenis. Un mundo que él ha sabido inspirar gracias a un compromiso moral y a ser un magnífico líder en su campo. Un campo que ha trascendido para ser un líder en valores y un ejemplo de deportista en la pista. Hay varios más, y quizá más bonitos, pero es el primero que me ha venido a la cabeza.

¿Cuándo no hay que dar la nota?

La nota, por las que la música se produce, hay que darla en el escenario, con humildad, generosidad y respeto al compositor y a tu público, que espera de ti ese liderazgo e inspiración: con la mayor calidad y compromiso emocional, con la responsabilidad que supone compartir una experiencia artística. Y no hay que dar la nota en las situaciones donde es mejor un silencio que una palabra, en esos momentos de prudencia del ser humano, donde nos diferenciamos en muchos aspectos de los animales. La inteligencia emocional nos indica cuándo dar la nota y cuándo no.

¿Es fácil digerir el éxito?

Para mí no. He nacido así y seguiré siendo así. Cuando tienes unos valores como la humildad o la responsabilidad de compartir algo precioso, y de aprender lo que los demás tienen que decirte, te das cuenta que al final no es éxito o no éxito: es una forma de vida basada en la exigencia y en dar siempre lo máximo de ti como persona. Y en ese camino no hay un punto de llegada. Es una manera de vivir. Me siento muy afortunado del entorno familiar en el que crecí, en el de mis ancestros que transmitieron esa antorcha, ese fuego de valores. Y ese es mi motor de vida cada día. En realidad siento que quiero hacer más, desarrollar muchos más proyectos. Quiero llegar con la música a niveles emocionales más profundos e inspirar más a la gente. Si te das cuenta y lo miras desde ese punto de vista la perspectiva es la siguiente: en realidad hay tanto por conseguir, que esa es la motivación del día a día. Y si ya llegué… pues entonces hay que buscar otras motivaciones, para tener una excusa para levantarte por la mañana.

Hablando de levantarte… En una ocasión un gran violinista me comentaba que lo primero que hacía al despertarse era comprobar que las manos le respondían bien para seguir tocando… ¿Cómo transcurre el día a día de un músico?

Empiezo la mañana meditando diez minutos: ese es mi buenos días.  Y termino el día meditando otros diez minutos: esas son mis buenas noches. Me ayuda a conectarme con mi cuerpo, con quién eres y dónde estás. Así paso del mundo de los sueños al mundo real. El día a día es dedicación a algo que disfruto y que he escogido. Me siento muy afortunado de vivir la vida que he soñado vivir. El arte está basado en la excelencia y por eso hay que dar la exigencia en el trabajo, en el arte, en la relación con cada nota musical. Y también es importante disfrutarlo cada día y aceptarte con las limitaciones que tenemos como ser humano. Llevo un estilo de vida diferente, pero normal para mí: viajar mucho, con la responsabilidad de dar lo mejor en un concierto a pesar de que pueda estar cansado o en un estado determinado. Además, disfruto de todas las personas que tengo la fortuna de conocer y que me inspiran muchísimo. Si tengo que escoger, conocerla es un regalo que me da la vida.

¿Quiénes te han impactado?

El Dalai Lama. A pesar de que fueron unos pocos minutos, cuando lo encontré, cuando puede tocar la guitarra para él, fue una persona que, simplemente con su mirada, noté que me había transformado. ¡Tanta compasión y esa sinceridad de un niño! Otra persona que me inspiró muchísimo fue el compositor John Williams, ganador de cinco Óscar y autor de tantas bandas sonoras inolvidables, entre ellas Star Wars, Tiburón, E.T., Memorias de una geisha o La lista de Schindler. Yo había crecido escuchando Superman, incluso la recordaba para identificar un intervalo de quinta justa en música… Y de repente estás ahí, en su casa… y él tratándome como un colega más, haciéndome sentir tan especial. Fue una gran inspiración: estás ante una estrella como él, con lo que representa en el mundo de la música, y encuentras a un hombre con esa humildad que hace a los grandes. Fue tremendamente emocionante. Y otra persona que no puedo obviar es Plácido Domingo. En ese sentido es muy parecido a John Williams: simplemente estar a su lado y escucharle hablar te emociona. Y ya cuando canta, ¡figúrate! Son líderes culturales… Pero también tengo en la memoria muchos niños de Tijuana, que me han dado una lección de cómo es vivir la vida con alegría, con una sonrisa gigante, con una fresca emoción. Y entre estos dos extremos te das cuenta de lo mismo: que son seres humanos.

 

El tacto de una guitarra… supongo que en este instrumento también habrá el Gran Reserva de la madera.

Las maderas son muy viejas porque necesitan secarse y el proceso puede llevar hasta 80 años. Los luthieres son muy conscientes de la gran labor de la madera, a la que dan vida. Son muy cuidadosos y conscientes de su uso. A la historia que encierra la madera, el artesano también le imprime respeto: le da una vida, es casi  como si compartiera a un hijo suyo. Cada madera ofrece, según su densidad y vibración, un sonido diferente. De pino y de cedro, cada una te da su personalidad. Su vida es más limitada por una cuestión física. Stradivarius también construyó guitarras, que al contrario que los violines, no perduran en la actualidad como instrumentos musicales. En los violines el cuerpo no sufre la tensión de las cuerdas, por eso se desarrolla, incluso mejora con los años.

Alguna vez se te ha roto una cuerda en un concierto…

Toco madera, pero no. Tiene una explicación. Cambio las cuerdas de la guitarra prácticamente para cada concierto. Son cuerdas nuevas y es muy difícil que se rompan. Están hechas para aguantar varias semanas. Las cambio no sólo para que no se rompan, sino porque la cuarta, quinta y sexta cuerda necesitan la frescura de que sean nuevas, para que tengan ese brillo en el sonido que quiero transmitir, y que desaparece al cabo de dos o tres conciertos.

¿Cuándo te has sentido contra las cuerdas?

(Umm…) En alguna ocasión en el escenario. Es un sitio maravilloso que me ha llevado y me lleva a estar en el cielo. Es un lugar indescriptible donde te conectas con miles de personas. Es mágico. Pero también tiene esa otra cara de la luna: si no te sientes cómodo, te vuelves vulnerable, y como artista, tienes que aprender a dar lo mejor de ti y a superar ese sentimiento de vulnerabilidad. Cuando me he sentido contra las cuerdas, con entrega y pasión, al final he conectado con el público.

Tantos países, tantos escenarios, conocer la cara oscura de la pobreza… ¿Qué es para ti lo esencial y dónde buscas el silencio?

(Pensativo…) Lo esencial pasa por ser consciente del momento que estás viviendo. Si te gusta, disfrútalo. Si no, cámbialo. Al final te das cuenta que la vida es como la vives, es la calidad del tiempo. El tiempo pasa y al final no se trata de lo que consigo o no consigo: es cómo disfrutas, con quién y cómo te sientes en ese tiempo.

¿Y entre tantos aplausos y partituras, dónde buscas el silencio?

El silencio es necesario siempre que no sea imprescindible. ¿Tiene sentido? (Risas). Cuando una persona tiene algo que decirte, eso es más importante que el silencio. La belleza de la música también tiene que nacer de ese silencio. Viviendo en Nueva York he desarrollado, ¡cómo explicarlo! ese sentido extra de ser muy sensible al sonido, porque es una ciudad que te ofrece muchas sensaciones de amor y odio, y esta es una de ellas. Yo amo el silencio y la ciudad no me lo da. Sin embargo, amo Nueva York.

Con tanto viaje… ¿cuál es tu mejor lugar para volver?

Sin duda, La Rioja.

¿Cómo te preparas física y psicológicamente para un concierto?

Físicamente llevo una vida sana, con un poco de deporte. Soy muy sensible a la alimentación. Los días de los conciertos intento llevar dieta cuidada, con productos que me sienten bien, con carbohidratos. Siempre que sea posible, intento echarme una siesta. Los artistas tenemos esa parte física de los deportistas. Y respecto a la parte psicológica y emocional, trato de estar tranquilo, concentrado, y de visualizar la música que quiero tocar esa tarde. Tengo que conectarme con mi esencia más profunda y tengo que hacer ejercicios técnicos con el instrumento, compaginados con la respiración. Si me conecto espiritualmente conmigo mismo, a través de esos movimientos técnicos complejísimos de la guitarra, puedo abrir la ventana al público, sentir esa dualidad. Esa conexión que está viva y que es una ardiente pasión.

Actuación Pablo Sáenz Villegas-Museo de la Cultura del Vino

Si repasamos la vida de los compositores y sus obras, que nos siguen acompañando en este paseo fugaz por nuestro calendario vital, comprobamos que las emociones y ciertos cánones tampoco han cambiado tanto siglos después. Encontramos genios, compositores atormentados, seductores, trasgresores… Tras estudiar su biografía y sus obras, con qué músico…

Te tomarías un vino

¿Y no podrían ser dos?

Bueno, por ser tú…

(Risas…). ¡Esa es la magia de la imaginación, el viaje en el tiempo! Me llevaría a Bach y Beethoven. Me encantaría que se tomaran un vino conmigo. El primero representa todavía al artesano de la música: había una finalidad muy clara, una intencionalidad en su música. No hay una música como la suya antes de su llegada. Para los oficios de cada domingo, él componía diferentes cantatas. Su calidad y dónde llegó, con la técnica anacrónica para la época, como fue el contrapunto, y llevarlo a su máximo exponente, fue una genialidad. Era profundamente espiritual y conectaba con Dios a través de la música. Y Beethoven, casi un siglo después, representa el artista que en sus ideales humanistas idealizaba la espiritualidad y las emociones del ser humano, sin estar vinculado a la religión o a un jefe al que rendirle cuentas. Son dos personajes que marcaron un antes y después en la historia de la música y con los que me siento profundamente identificado.

Supongo que compartirías una buena comilona con Rossini. Pero a quién le dirías eso de… ¡Te dejo… y de verdad… “no eres tú, soy yo”!

(Risas…) Es una pregunta… Creo que Bruckner, el compositor sinfónico. No compuso nada para guitarra. No es por él, que es un gran compositor. Soy yo.

Le harías una declaración de amor

Voy a tirar de tópicos. Clara Schumann (1819-1896). Fue una mujer que robó el corazón de muchos músicos de la época. Debió de ser una persona profundamente especial y única en su personalidad.

Compartirías sentido del humor

Mozart. Por esa facilidad, genialidad y frescura con la que se relacionaba con la música.

Resolverías un enigma musical

Luciano Berio. Un compositor italiano del siglo XX. Compuso una obra para guitarra que grabé y estudié durante 6 años. Sequenza número 11 era la obra, abstracta, conceptual. Fue un estudio profundo de la partitura, para relacionar las células que él empleó. No se me quedó un enigma sin resolver porque quizá el deseaba que fuera así, que cada uno resolviera el puzle enigmático.

¿Quién sería tu confidente?

Joaquín Rodrigo. Al componer tanta obra para guitarra, tan emocional, con la que me conecto en cada concierto… No tuve el privilegio de haberle conocido, pero es mi confidente en muchas noches de concierto.

Tu concierto pendiente

Sin duda, tocar con la Orquesta Filarmónica de Berlín. En mis años en Alemania, iba a los conciertos como oyente. Y la sensación aún perdura.

Actúas en el concierto «Plácido en el Alma», un homenaje de decenas de artistas a Plácido Domingo, ante un Santiago Bernabéu entregado. Y vuelves a tu tierra. El día 2 de julio, sábado, tendrá lugar tu esperado encuentro en Maneras de Contar, con pequeños y adultos, en el Museo Vivanco de la Cultura del Vino (La Rioja).

Los niños y la música son un tándem emocionante

Yo apuesto por esa relación, es parte de mi compromiso artístico y humano: que los más pequeños se acerquen a la música clásica y la música se acerque a ellos, para que descubran ese universo emocional. En mi proyecto “El legado de la música sin fronteras”, gracias al que he tocado para más de 15.000 niños, descubres que son esponjas. Por eso es importante ofrecerles alternativas de calidad, que les inspire y les forje como personas. La música clásica transmite de manera profunda y sutil las emociones, y al mismo tiempo, las más inocentes y universales. Para ellos supone descubrir sus emociones que, de otra manera, no podrían conocer. Es un regalo, un impacto para el resto de sus vidas.

pablo-deac

Y para los mayores, ¿no te parece que nunca es demasiado tarde para comenzar una historia apasionante?

Por supuesto. Ese es mi lema: la música es para todo el mundo. Más allá de las palabras, el lenguaje musical es global, es el idioma de las emociones. Da igual que seas adulto, budista, cristiano, japonés o canadiense. Y esa es la magia: todos experimentamos el sentimiento de felicidad y tristeza. Y ahí es donde la música nos une. Creo que la  necesitamos en este mundo tan tecnológico que, a veces, nos desconecta del prójimo y de nosotros mismos.

Para terminar ¿Nos confiesas la verdad más auténtica que has descubierto a través de las partituras?

(Emocionado…) Dos cosas. La primera, el quererte a ti mismo. (Silencio…) Y la otra, el aceptarte. Aceptarte con tus limitaciones y, con ellas, quererte lo más que puedas. Este es un consejo para cualquier ser humano, que nos debemos recordar. Al final somos espejos unos de otros… y así nos reflejamos.

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