“¡Tierra a la vistaaaa!”, voceaba Rodrigo de Triana desde La Niña. El marinero sevillano, encaramado al palo mayor de la carabela, ¿estaba en sus cabales? Dos meses viendo sólo cielo y mar -el tiempo transcurrido desde que la expedición, comandada por el almirante Cristóbal Colón, saliera de Palos de la Frontera (Huelva)- habían hundido la moral de la tripulación. Pero Rodrigo de Triana no alucinaba. Esta vez no. A pocas brazas de La Niña, con el mar en calma, el tañido insistente de una pequeña campana amarrada a la cubierta de la Santa María, la nave capitana, sobresaltaba a la marinería en la madrugada del 12 de octubre de 1492. Era el anuncio de un nuevo mundo. Y aquel repique frenético de metal, el primer sonido del Descubrimiento… para los europeos, que los nativos ya lo conocían.
Desde aquel momento, y con las diferencias propias de una metrópoli y sus colonias, el flujo de productos que viajaban en ambos sentidos fue una constante: las patatas, el chocolate, el tabaco, los tomates o el maíz cruzaron el Atlántico para echar raíces en el viejo mundo; y en sentido contrario llegaron al nuevo mundo la caña de azúcar, el arroz, las naranjas, el trigo o el vino. Esto no significa que en América no hubiese algún tipo de uva silvestre que incluso se pudiese utilizar para elaborar algún brebaje, pero no la vid (vitis vinifera) con cuyos uvas se elabora el vino. Según la mayoría de las fuentes, el primer lugar donde comenzó a cultivarse la vitis vinifera fue en México por orden de Hernán Cortés.
Junto a los exploradores, buscavidas, marineros y los soldados, llegaron al continente los otros conquistadores, aquellos de los que Eduardo Galeano decía:
Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: «Cierren los ojos y recen». Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”
En su aventura evangelizadora, los jesuitas se extendieron por todo el continente construyendo misiones donde convertir a las poblaciones nativas a la fe católica. Lógicamente, para la celebración de la eucaristía necesitaban disponer de vino, un bien preciado y escaso que debía ser importado de España. De hecho, en aquella época el vino además de para saciar la sed -era más seguro que beber agua-, se utilizaba con fines medicinales y como reconstituyente. Así que, los misioneros decidieron que una solución, aunque a largo plazo pero que aseguraría el abastecimiento continuo y constante de vino, era plantar vides alrededor de las misiones y producir ellos mismos el vino litúrgico sin depender de la metrópoli. De esta forma, los jesuitas primero y, tras su expulsión de todos los dominios de la corona de España por la Pragmática Sanción (1767),los franciscanos después, se convirtieron en viticultores… para consumo propio.
Fray Junípero Serra, franciscano natural de Petra, Mallorca, 1713 – 1784
Tras asumir los franciscanos, con fray Junípero Serra al frente, el rol que hasta ahora tenían los jesuitas, en 1767 partieron de México hacia el territorio de la Alta California (hoy comprende los estados de California, Nevada, Arizona y Utah en EEUU) acompañados de sus inseparables vides. En 1769 fundó la Misión de San Diego de Alcalá (hoy San Diego) y siguiendo hacia el norte el llamado Camino Real, la vía terrestre que unía las misiones de la Baja California (hoy estado de México) con las de la Alta California, hasta llegar a la misión de San Francisco de Asís (hoy San Francisco). En todas las misiones que se fundaron en esta ruta, nueve en vida de fray Junípero, se plantaron vides alrededor de las misiones. Así que, se podría considerar a fray Junípero como el padre de los vinos de California (EEUU), hoy en día unas de las zonas más productivas y con mejores vinos del mundo. A esta variedad que trajeron los franciscanos a EEUU desde México se la llamó uvas misioneras. Hoy en día, apenas quedan algunos acres de esta variedad en California.
Como curiosidad, fray Junípero Serra es el único español que tiene una estatua en el Capitolio de los Estados Unidos (Washington D.C.), donde están representados los personajes más ilustres y representativos de la nación. Todavía cobra más relevancia este hecho si recordamos que cada uno de los estados que conforman los EEUU sólo tienen derecho a proponer dos nombres de personajes ilustres a quienes inmortalizar con un monumento… y California propuso a fray Junípero.
Me encanta como escribe Javier. Excelente artículo sobre el Padre Serra.