¿De dónde llegó el vino a la Península Ibérica? No hay una respuesta exacta para esa pregunta, aunque vamos a intentar responderla examinando las evidencias y los hechos.
Las primeras noticias que se tienen de la presencia de vino en la Península Ibérica aparecieron en dos yacimientos arqueológicos de Andalucía. Estos hallazgos de Huelva y Carmona sitúan la presencia y el consumo de vino ya en el siglo VII a.C. aunque es muy probable que los fenicios lo hubieran introducido por lo menos un siglo antes.
Lo que parece bastante claro es que aquí ya se producía desde esa fecha, una hipótesis apoyada por la aparición de pepitas de uva en el yacimiento del Castillo de Doña Blanca en el Puerto de Santa María, y en otros lugares como en Almazora en Castellón y en Denia. En esta última localidad se descubrió un lagar situado en el Alto de Benimaquia, que viene a demostrar que los íberos ya producían en grandes cantidades por lo menos desde el siglo VI a.C.
¿QUIÉNES Y CÓMO SE CONSUMÍA EL VINO EN SUS ORÍGENES?
En principio se utilizaban generalmente copas de cerámica griega para beberlo, no porque aquí faltasen recipientes de variados tipos, sino porque hacerlo en una copa griega le daba la solemnidad requerida. Y es que la bebida se reservaba sólo para ocasiones especiales, banquetes, rituales o celebraciones, tanto religiosas como militares.
Tampoco todo el mundo estaba autorizado a su consumo, ya que había que reservarlo para los guerreros. Durante los días que podía durar una batalla era en ocasiones su único alimento, proporcionando al mismo tiempo las calorías y la fuerza de espíritu y solidaridad necesarios para acometer la lucha.
LOS FENICIOS: ¿INICIARON O CONSOLIDARON EL VINO EN LA PENÍNSULA?
Pero que estas sean las primeras evidencias halladas no significa más que eso exactamente. En realidad la viticultura en la Península pudo empezar varios miles de años antes, tan lejos como hace unos 6.000 años, y unos 3.000 antes de que apareciesen por aquí los fenicios. Y es que buena parte del territorio contaba con abundancia de variedades viníferas nativas. Todavía la Península Ibérica cuenta con la mayor extensión de viñas cultivadas del mundo.
Lo que sí hay que reconocer a los fenicios es que nos trajeran técnicas avanzadas y, quizá, nuevas variedades que vendrían a mezclarse y complementarse con las locales. Con el tiempo éstas fueron extendiéndose por toda la península. Y así en los siglos I al V d.C. la producción ya estaba muy extendida por zonas del norte como Navarra, donde los romanos establecen un importante centro de producción.
MÉTODOS Y VIDES MÁS COMUNES EN LA ÉPOCA
Entre los métodos, el más empleado para la difusión de la vid fue el de las estacas, ya conocido por los griegos. Y el tipo más común de vid era la balisca, en sus diferentes variedades, aunque Plinio también menciona la coccolobis pero sin indicar la zona. Una información interesante que nos aporta Plinio es que en Hispania las vides eran regadas cuando se plantaban en terreno árido, y que la calidad de sus vinos era comparable a la de los italianos de la época.
¿De dónde llegó el vino entonces? La respuesta es difícil, aunque se puede sortear ateniéndonos a los hechos. La Península Ibérica ya estaba plagada de viñas cuando fenicios, cartagineses, griegos y romanos llegaron por estos lares. Muy probablemente se producía vino de manera rudimentaria y en muy poca cantidad. Pero con los avances fenicios y el posterior desarrollo romano la industria comenzó a tomar impulso y ya nunca se detuvo.
Como vemos, la historia del vino está llena de recovecos, de caminos paralelos e incluso de misterios. En Vivanco nos dedicamos a compartir la cultura de vino con toda su rica historia a través de nuestro museo y fundación. ¿Nos acompañas? 🙂
Muy interesante, gracias por compartir conocimiento