Tiene apodo de cuento: la Ciudad de las Cigüeñas. Y la llaman así porque allí anida una gran colonia de esas aves. Pero su nombre real se lo debe a los árabes que la bautizaron como “el faro” o “la atalaya”, es decir: Al-Faruh. Aunque su origen se remonta muchos siglos atrás, en la época de los celtíberos que la denominaron Ilurcis.
En 1629 se tuvieron que pagar 40.000 maravedíes para que Alfaro obtuviera el título de ciudad. Ahí llegó la época de máximo esplendor, se erigieron casas nobiliarias y conventos, y en 1833 pasó a formar parte de la provincia de Logroño, porque antes pertenecía a Soria. Si vas a visitar próximamente este bonito pueblo riojano, descubre qué cosas no puedes perderte a continuación.
Las cigüeñas
¿Qué se puede ver en Alfaro? Pues este rincón de La Rioja cuenta con un Monumento Histórico-Artístico Nacional: la Colegiata de San Miguel. Es el mayor templo de esta comunidad autónoma y en el tejado de esta construcción de aspecto catedralicio las cigüeñas encontraron un lugar perfecto donde asentarse. Allí hay ahora alrededor de 150 nidos. Pero esos tres mil metros cuadrados se les han quedado pequeños y han ido poblando también otros tejados cercanos, construyendo así una de las mayores colonias de cigüeñas blancas de toda Europa.
Quizás estas aves están tan a gusto en Alfaro por la presencia del río Alhama, el Ebro y por las huertas que cubren los alrededores. De hecho, allí se encuentra la Reserva Natural de Sotos del Ebro, un espacio que guarda un gran valor ecológico para la fauna y la flora de los hábitats fluviales. Un lugar perfecto para caminar y respirar aire puro mientras se disfruta de la naturaleza, del río Ebro, de los sauces, de los chopos, de las nutrias y martines pescadores…
Foto: santiago lopez-pastor
Su centro histórico
Al lado de la Colegiata está la Plaza de España, fortificada, donde se encuentra la Casa Consistorial. Ahora ese edificio contiene la Oficina de Turismo y el Centro de Interpretación de los Sotos del Ebro, que alberga una exposición permanente y una proyección sobre la Reserva Natural, la colonia de cigüeñas y la historia de este municipio.
No es la única construcción a destacar de Alfaro, ya que está también el Palacio Remírez, que aproximadamente desde los años 80 no tiene inquilinos. Esta mansión fue construida en 1865 en el solar del convento de los Agustinos Recoletos y sus paredes transpiran historia.
También merece la pena que dediquemos unos minutos a observar otras joyas arquitectónicas y casas nobeles como la Iglesia de San Francisco de Asís, el Palacio de los Sáenz de Heredia o el Monasterio de la Inmaculada Concepción.
Si durante ese paseo por el centro de Alfaro se te ha abierto el apetito, puedes llenar el estómago probando la culeca. Se trata de un bollo de pan, relleno de huevo duro y chorizo muy típico de la gastronomía de la zona.
Foto: Zarateman
El azúcar
Alfaro fue en su día -en la primera mitad del s.XX- parte de la gran red de plantas azucareras del valle del Ebro. La Casa de la Azucarera es el testimonio que queda de aquella época en la que la zona sobrevivía gracias a una economía agrícola y agroindustrial. Pero décadas más tarde llegó el declive de la producción y a principios de los 70 la Azucarera tuvo que cerrar sus puertas. Aunque la construcción original todavía se sigue conservando, ahora ese lugar es la sede de dos empresas vitícolas.
Las ninfas
El río Ebro se deshilacha en ciertos puntos y una de esas ramificaciones es el Alhama, uno de sus afluentes. Junto a uno de los puentes de ese afluente, a la entrada de la ciudad y muy cerca de la Plaza de Toros, encontramos las Ruinas del Ninfeo. Era una fuente dedicada a las ninfas, porque se creía que allí vivían, y representa hoy en día uno de los vestigios mejor conservados de la época romana de la zona.
Foto: AlfaroCity~commonswiki
Por los alrededores
Cuando el recorrido por la ciudad se agota, aún quedan más opciones para seguir disfrutando de los placeres de La Roja. Una de las posibilidades más recomendadas para entender el mundo del vino es visitar la Bodega y el Museo de Vivanco Cultura de Vino, en Briones. Este pueblo es un lugar fascinante para conocer la cultura vitícola de La Rioja de primera mano. Tras dar un paseo por sus bonitas calles medievales y visitar sus monumentos más reconocidos (Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, la Casona en la Plaza o el Palacio del Marqués de San Nicolás, entre otros) debemos hacer un hueco obligado para conocer uno de los mayores templos del vino de esta comunidad.
Como te adelantábamos antes, en Vivanco podrás vivir un amplio abanico de experiencias que cuentan con el vino como denominador común: visita a bodega, catas, menús winecooking, etc.
Además de su increíble Bodega, construida en el subsuelo para no dañar el medio ambiente, ¿sabías que el “Mejor Museo de Vino del Mundo” según la OMT-ONU también se encuentra aquí? Y es que en el Museo Vivanco de la Cultura del Vino podemos contemplar una gran cantidad de reliquias relacionadas con esta bebida milenaria. Desde pinturas originales de artistas de la talla de Miró, Sorolla o Picasso, hasta mosaicos y esculturas griegas y romanas, utensilios para el trabajo de la vid, una colección de botellas que muestran la evolución de la botella de vino…
Si viajas en familia y te preocupa que los más pequeños se lo pasen bien, en Vivanco también encontrarás planes adaptados a los niños como talleres intanfiles, e incluso su Museo posee pantallas y juegos interactivos donde tanto adultos como niños se lo pasarán en grande.
¿Se te ocurre un mejor sitio que este para acabar nuestro recorrido?