Aunque es difícil establecer el momento exacto en el que se comenzó a elaborar el vino, existen indicios y testimonios arqueológicos que lo sitúan en torno a los años 6.000 y 5.000 a.C. en los montes Zagros (cordillera que nace en Turquía y recorre Irak e Irán). Todavía hay más dificultades para establecer el origen etimológico del término “vino”, ya que, al ser un producto que llegó desde Oriente, lo normal es que se adoptase el nombre que se le daba en la cultura en la que se originó.
Así que, para no complicar la lectura de este artículo, dejaremos a un lado la evolución del término originario y nos quedaremos directamente con “vinum y vitis”, como origen de “vino” y “vid”, respectivamente. En francés, otra lengua romance como el castellano, los términos vinum y vitis originarían “vin” y “vigne”. Y aquí es donde comienza a tener sentido el título de este artículo.
La palabra “viñeta” es de origen francés y deriva de “vignette”, diminutivo de “vigne”.
El término vignette se comenzó a utilizar en el siglo XIII cuando se puso de moda decorar los jarrones con dibujos de hojas de vid, sarmientos o racimos de uva. A aquellos adornos con motivos vitivinícolas se les llamó vignettes.
Con el tiempo pasaron a los libros; en principio, y debido al minucioso detalle de aquella ornamentación hecha a mano, simplemente se decoraban algunas páginas en blanco, pero con la invención de la prensa de tipos móviles por Gutenberg la decoración llegó también a los márgenes de los textos y, sobre todo, a las primeras letras mayúsculas de cada capítulo.
Con el tiempo, vignette se usó para designar cualquier tipo de ornamento de los libros, aunque no incluyesen dibujos relativos a las vides. Ya en el siglo XX, pasó a llamarse viñetas a cada uno de los recuadros de una serie que, con dibujos y a veces con texto, componían una historieta, así como al propio dibujo o escena.
Y ya que hablamos de viñetas, en muchas de ellas el texto de los diálogos o el pensamiento de los personajes viene en forma de los llamados globos o bocadillos. Pues el origen de este formato está en las filacterias, término que designaba a unas cintas que utilizaban los hebreos y que contenían textos de las Sagradas Escrituras y, posteriormente, a las bandas incluidas en la pintura cristiana occidental que contenían textos.