En 1917, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Enmienda XVIII a la Constitución que prohibía la venta, la importación, la exportación, la fabricación y el transporte de bebidas alcohólicas. Aunque el Congreso había estipulado un plazo de siete años para la ratificación por parte de los estados, en enero de 1919, apenas 11 meses después, la enmienda ya había recibido el apoyo de las tres cuartas partes necesarias. En octubre de ese mismo año se aprobó finalmente la Ley de Prohibición Nacional (también llamada ley Volstead por ser presentada por Andrew Volstead) o Ley Seca.
«El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles quedarán vacías y las transformaremos en graneros y fábricas. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno» (Andrew Volstead)
En los Estados Unidos había existido desde el siglo XIX el llamado Movimiento por la Templanza, que fue radicalizando su discurso hasta pedir la prohibición total del alcohol. A este movimiento se unieron diversos líderes religiosos de iglesias protestantes que culpaban al alcohol de los males de la sociedad. Además, muchos dueños de las fábricas apoyaron la prohibición en su deseo de evitar accidentes y aumentar la eficiencia de sus trabajadores en una época de aumento de la producción industrial.
Durante la Ley Seca, se permitía que los médicos prescribieran alcohol como solución para ciertas dolencias. Se calcula que en los 14 años de la Ley Seca, se expidieron 6 millones de recetas médicas de alcohol. Aquí una de ellas
A pesar del aparente éxito inicial, las postales típicas de la década de los años 20 de los Estados Unidos fueron el alcohol de contrabando llegado desde Canadá, la fabricación casera, la venta en tugurios clandestinos, la mafia… y la ruina de muchas bodegas de vino.
A comienzos del siglo XX, California había creado una gran industria del vino y los vinos de California empezaban a ganar concursos internacionales de prestigio. Se calcula que antes de la prohibición había más de 2.500 bodegas comerciales, cuando se levantó la prohibición en 1933 apenas quedaban un centenar. ¿Cómo consiguieron sobrevivir a la Ley Seca? Gracias a la Iglesia Católica.
El Título III, sección 3ª de la ley Volstead decía…
«El licor con fines medicinales y el vino con fines sacramentales pueden ser fabricados, comprados, vendidos, transportados, importados, exportados…»
Así que lo que hicieron esas bodegas fue firmar acuerdos con la Iglesia y convertirse en proveedores de vino para la celebración de la misa. Eso sí, o bien se incrementaron brutalmente las misas que se celebraban durante este período o bien parte de este vino se “desviaba” para otros fines menos sacramentales, porque la cantidad de vino fiscalizado por la Iglesia pasó de 2.139.000 galones -un galón equivale a 3,7 litros- en 1922 a 2.944.700 de galones en 1924. Un incremento brutal… en época de prohibición.
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