Con el nombre del “Mínimo de Maunder”, se conoce a un período de tiempo de 70 años, desde 1645 a 1715, en el cual el astrónomo inglés Edward Walter Mauder, estudioso de las manchas solares, notó un extraño comportamiento en la superficie de nuestra estrella más cercana. Durante este período, el científico observó un descenso muy drástico en el conteo de estas manchas, que se corresponden con zonas de más baja temperatura en la superficie del Sol. Los astrónomos de la época podían contar unas 50 manchas solares en lugar de las habituales 50.000 de períodos anteriores. Algunos científicos posteriores, han intentado establecer una conexión de este fenómeno con el inicio de una época de bajas temperaturas registradas en Europa y América del Norte. Este período, comprendido entre los años 1.550 y 1.850, es lo que actualmente se conoce como la Pequeña Edad de Hielo.
¿Y qué tiene que ver esto con el vino? Pues de momento poco, pero hay quien cree que el frío extremo que afectó a Europa durante los años del Mínimo de Maunder, influyó muy positivamente en los bosques de arces y abetos. Por aquel entonces, se talaban los árboles con cuya madera el luthier Antonio Stradivari (1644 – 1737) elaboraría los famosos instrumentos de cuerda que le convertirían en leyenda. De entre ellos, destacan sus violines, de una calidad sonora tal que, aún con las tecnologías actuales, nadie ha conseguido igualar.
Pero, ¿fue el clima de la época la clave del éxito de Antoni Stradivari, o tuvieron mayor influencia en ese éxito sus conocimientos, su dedicación y la pasión con la que creaba sus instrumentos? Pues, salvando las distancias, una pregunta similar es la que debemos plantearnos a la hora de determinar la importancia de las añadas en la calidad final de un vino. Veamos por qué.
¿Qué es la añada de un vino?
La añada de un vino no es nada más que el año durante el cual se han cosechado las uvas con las que se ha elaborado. Este dato viene a menudo reflejado en diferentes partes de las botellas de vino: tanto en la etiqueta y la contraetiqueta, como en el tapón.
¿Para qué sirve la añada?
Conocer el año de cosecha de las uvas con las que se ha elaborado un determinado vino nos brinda información sobre el clima que ha habido en la zona de producción durante ese año concreto. El clima que haya habido durante ese año, especialmente el de las estaciones de primavera y verano, durante las cuales maduran las uvas, marcará la calidad de la fruta. En términos generales, para obtener buenas uvas para producir vino es necesario que se den dos condiciones meteorológicas principales: por un lado, las viñas deben recibir una cantidad adecuada de sol. Es decir, deben estar expuestas a la influencia del sol durante un tiempo concreto. Por ello, es importante que haya un determinado número de días soleados durante el año para que las uvas se desarrollen correctamente. Por otro lado, los cultivos deben recibir una cantidad moderada de precipitaciones, y estas deben repartirse de la forma más uniforme posible a lo largo del año.
¿Cómo se califica la calidad de una añada?
La calidad de las añadas se clasifica normalmente en cinco categorías: deficiente, regular, buena, muy buena y excelente. Esta clasificación se realiza cada año, después de la vendimia, por los expertos de los diferentes Consejos Reguladores de las Denominaciones de Origen de cada zona. Esta información se va actualizando año tras año en las llamadas cartas de añadas, en las que se recopila la clasificación de la calidad de las añadas de una determinada zona vitivinícola a lo largo del tiempo. A partir de esta información, los consumidores pueden hacerse una idea orientativa de la calidad que puede presentar un determinado vino. De ahí, las polémicas surgidas al poder interpretarse la información de la añada como un simple elemento más de marketing.
¿Realmente es tan importante la añada en la calidad de un vino?
Es obvio que para elaborar cualquier producto de calidad es importante partir de una buena materia prima. Y ahí está la importancia de la añada, ya que el clima de la añada influirá en la calidad de las uvas que serán la materia prima de un vino. Pero, como vimos en el artículo sobre la elaboración del vino tinto, la vendimia es solo el inicio de este proceso. La añada tiene su importancia, pero hay otros factores que van a ser mucho más determinantes, como la composición del terruño o la maestría y conocimientos de la enóloga o enólogo, que será quien decida el tipo de vino que se va a elaborar con las uvas cosechadas.
Además, hay que tener en cuenta que para calificar una añada se estudian datos meteorológicos medios recogidos a lo largo de toda una región vitivinícola, sin atender a la posibilidad de que existan microclimas dentro de una misma zona, o al simple hecho de que no existen dos terruños exactamente iguales, ni dos viñedos exactamente iguales.
Entonces, ¿cómo debemos interpretar la añada?
Debemos entender la añada como una información meramente orientativa acerca de la calidad que podemos esperar de una cosecha. Si una añada es excelente, la labor de los enólogos habrá sido algo más fácil y, con bastante probabilidad, encontraremos muy buenos vinos de ese año. Si una añada no es tan buena, el esfuerzo de los enólogos para dar con las teclas correctas a la hora de elaborar un buen vino, será previsiblemente mayor.
En definitiva, la añada nos ofrece una información aproximada acerca de uno de los muchos elementos que influyen en la calidad final de un vino. Por ello, nunca deberemos atender a esta información como algo determinante a la hora de elegir un vino. Hacer algo así equivaldría a pensar que un violín Stradivarius suena como suena solo por la escasez de manchas solares entre mediados del siglo XVII y principios del siglo XVIII, sin tener en cuenta la genialidad del luthier ni su amor por su oficio.
Para terminar, nuestra colaboradora experta en vino Meritxell Falgueras nos explica en este vídeo las claves para entender las añadas de los vinos: