«Compartiría una copa de vino con Leonardo da Vinci para que me contara el misterioso lado femenino de su obra»
La buscadora del color con los pies en los sueños. Ouka Leele, a sorbos
Por Lali Ortega Cerón
Llega noviembre. Y mientras los trabajos intensos en la bodega se desarrollan sigilosamente, el viñedo va perdiendo la paleta de colores como si de un lienzo bucólico y desnudo se tratara. Para recuperarlos, el sábado 21 de noviembre es el turno de la creatividad, el momento de mancharnos las manos y descubrir las posibilidades infinitas que resultan al combinar texturas de hojas y madera, y colores como el rubí y el violáceo, gracias a una de las artistas más internacionales y especiales de España: Ouka Leele.
Amante del bosque y la naturaleza desde su infancia, tiempo en el que comienza a dibujar, pintar y navegar por los libros de arte, la artista que descubrió en el Museo del Prado la emoción de los colores y las pinceladas de los ropajes de El Greco, fue Premio Nacional de Fotografía 2005. Esta madrileña autodidacta, cuyo nombre artístico ha rescatado de un mapa de estrellas del pintor El Hortelano, será un referente muy especial para los más pequeños, vivaces descubridores de lo que se esconde tras una cúpula de estrellas. Y una viña.
De Bárbara Allende Gil de Biedma a Ouka Leele. Un nombre de estrella. ¿Intuías que ibas a llegar tan alto?
No, pero de pequeña soñaba con exponer en el Museo del Prado. Pensaba que era imposible porque las obras de los artistas tan importantes que allí se exhibían estaban muertos. Y al final he expuesto. Los sueños, tarde o temprano, se acaban realizando.
De todas maneras, el tiempo te reveló que la traducción de Ouka Leele sería «que des muy bien la vuelta al círculo de la vida». Como el ciclo del vino, que es cíclico…
El tiempo es circular, más que lineal. Es como una espiral que vuelve a pasar por el mismo sitio y al final nos obliga a hacer todo mejor. En el vino, con las estaciones, vemos el ciclo de la naturaleza. En invierno, bajo la apariencia de una planta muerta, dormida, surgen los brotes. En realidad nunca hay una verdadera muerte. La vida siempre está dentro de la muerte, y la muerte dentro de la vida. Es increíble.
Parece que actualmente te encontramos entretenida con un sueño… al menos es lo que nos dice tu página web.
(Se ríe). Soñar, desear, imaginar… es importantísimo.
Vista, olfato, gusto, tacto, oído… El vino concentra todos los sentidos.
Tu primer recuerdo del vino
Recuerdo a mi padre, un amante del vino. Veía su cara cuando nos hablaba de él, de su color. Siempre he pensado en sus tonos y consideraba que eran mejores que otros, por lo que percibía en mi padre y en su gran amor por esta bebida. Guardaba vinos “antiguos” de su madre y luego los sacaba. Por otro lado, he tenido contacto con El Banquete de Platón: en él encontramos a los filósofos hablando en torno al vino, vemos cómo elogian su color, cómo esta bebida les hace elocuentes. Esos son mis dos contactos, porque no soy ni una gran conocedora, ni una gran bebedora. Soy más de agua y zumos de fruta.
Hueles de lejos…
A veces esa expresión está hilada con lo negativo. Creo que de lejos no huelo nada, ya que me entero de las cosas una vez las tengo encima. De entrada siempre pienso que todo es bueno. Pero me gustaría oler de lejos la mentira porque no me gusta nada.
Ha sido un gusto conocer a…
A mi hija María.
Ese tacto que aún recuerdas
Igual. Cuando nace mi hija. Me viene a la memoria la primera vez que la toco… También pienso en el pelo de la gata que vive conmigo, Margarita. Es como el terciopelo. ¡Alucinante!
Apasionada de la música. ¿Qué melodía te acompaña?
Me encanta la música, cantar, y toco algún instrumento como la guitarra y el piano. Cada día me acompañan diferentes melodías. Hoy, por ejemplo, me ha dado todo el día por “el Nabucco” (Verdi) y Canticorum Iubilo (Haendel). He escuchado mucho a Vivaldi, me ha acompañado en las horas de pintura, que son muchas en mi vida. El canto espiritual con Amancio Prada, y San Juan de la Cruz, un canto amoroso que me gusta mucho. A veces, cantar es una necesidad, y necesitas sacar algo de muy adentro hacia afuera. Todo el mundo debería hacerlo.
Vivanco es un proyecto familiar, de profundo amor al vino y un sincero deseo filantrópico de compartir el legado milenario del vino y su cultura. ¿Qué consejos de tus padres no has olvidado…?
A ver, a ver, a ver… ¿Qué consejos? Tengo que pensarlo. Por parte de mi madre la alegría, el ver la vida con humor, y una fe muy grande en que todas las cosas pueden suceder. Y por parte de mi padre. (Se queda un largo rato pensativa). Me viene un refrán: “a enemigo que huye, puente de plata”. Me ha servido.
Premio Nacional de Fotografía 2005. ¿La vida en color o en blanco y negro?
La vida en color. Lo que nos sucede, a veces en blanco y negro. No sé si hay una enfermedad (*) que sólo te permita ver en dos colores. Pero la vida sin color…
*Nos quedamos con la duda y comprobamos que, efectivamente, esta enfermedad existe. La acromatopsia (también llamada monocromatismo) es una enfermedad congénita que provoca una anomalía de la visión y sólo se percibe el color blanco, negro, gris y todas sus tonalidades.
Con un gran angular, distorsionamos. ¿Ante qué realidad no te ha hecho falta este objetivo?
Nunca lo he usado. Me gustan los objetivos que son como la vista, con el mismo ángulo de visión. Quiero un registro de la realidad que veo. No me gusta la distorsión en ningún sentido.
Serías incapaz de disparar el obturador de tu cámara si…
Si hay alguien sufriendo delante de mi cámara. Una persona, un animal. No se me ocurriría ni siquiera sacarla de su funda.
A qué personaje o situación te gustaría llegar con un teleobjetivo
¿El teleobjetivo es porque no me atrevo a acercarme o no quiero que me vean? No lo haría nunca. Bueno, a veces hay momentos en los que piensas “me gustaría mirar por un agujero a ver qué está haciendo…” No me gustaría utilizarlo para retratar a nadie, porque significaría que no tendría complicidad con esa persona.
El color del vino es una melodía de seducción que percibimos en la naturaleza, dentro de la penumbra de la bodega, a través de sus colores reveladores en copa, tan acompasados y cambiantes con el destello de la luz.
¿Cuál ha sido tu momento más lúcido?
(Piensa). Cada momento, cada instante en el que me doy cuenta de que la vida es lo que de verdad importa.
¿Y el más oscuro?
Las oscuridades son muy íntimas. Hay momentos oscuros en la vida de una persona. A veces las circunstancias se pueden desbordar por desagradables, porque no ves la salida. Pero tampoco es para contarlo.
En una entrevista sobre “aquella movida madrileña” en la que fluía tanta creatividad, confesabas “me gustaría que los jóvenes aprendieran de nuestra experiencia y no repitieran nuestros errores”.
Creatividad, compañerismo, solidaridad, trabajo, libertad, investigación… había muchos valores maravillosos. Éramos incombustibles y trabajábamos 24 horas al día si hacía falta, con alegría, porque pensábamos que era positivo lo que teníamos que aportar al mundo. Pero hay un lado oscuro de esa época que tiene que ver con las drogas. No se lo aconsejo a nadie: creo que no abre ninguna puerta. Al revés: las cierra, destruye y son falsos atajos a ninguna parte.
Vinos blancos, rosados y tintos. Tonos verde manzana, dorados como un retablo barroco, fucsias, ambarinos o azulados. Los colores danzan entre sorbos. Tú que eres un prodigio con los colores… si nos enredamos a pinceladas con la vida, cómo sería el color y la sensación de…?
Ouka Leele ante un lienzo en blanco… La sensación es de libertad, de potencialidad, de que todo puede pasar. Yo uso tres colores básicos: rojo, amarillo y azul. De ahí hago las combinaciones y son infinitas.
Tu primera obra
Me veo a mí misma dibujando, de pequeñita. Pintaba lo que veía, contaba lo que sucedía con dibujos. Retrataba a mi padre leyendo en el sofá y me impresionaba mucho ver a los Beatles, porque para mí eran diferentes, cómo movían el cuerpo… y los dibujaba.
La inauguración de una exposición…
(Piensa y se ríe). La sensación siempre suele ser que falta algo y que tienes que acabar un detalle cuando está entrando la gente. Prisa, estrés, pero la sensación es bonita. El arte es comunicación con los demás, salir hacia la luz, como una sensación de parto. No puedo elegir un color, los veo todos juntos.
Un proyecto en el extranjero… y en España
En el fondo es lo mismo. Me cuesta mucho coger aviones largos. (Risas). Me gustaría que me hicieran un clon, un robot con mi cara y mandarlo. Grabar unas cintas con mis frases y que las dijera ese clon. Creo que si fuera viable, lo haría. ¡Y así no tendría que coger aviones de muchas horas y mi robot-clon diría solo mis palabras exactas!
La juventud. Pongamos que hablamos de la tuya en los años de la movida madrileña…
El rojo, porque es una época muy apasionada.
La enfermedad…
Negro. Y también un azul celeste con niebla. La enfermedad puede tener una parte de introspección, de que tu ser pide que le cuides, le mimes, de que pares. En realidad la enfermedad es un grito, una llamada de atención.
La maternidad…
Me ha venido la imagen de una película: El olor de la papaya verde (del director vietnamita Anh Hung Tran, año 1993). Es muy bonita, una historia de amor, y en una de las últimas escenas se ve a la protagonista embarazada, sentada. El color es el amarillo. Elegiría un tono de sol, de calor, de luz.
El amor…
El verde. Ahora, en el tren, estamos pasando por los campos, con unos verdes alucinantes, como el color de la vida.
El desamor…
Una niebla profunda que todo lo tapa y no te permite ver nada. Es la ausencia de color, sin forma.
El paso del tiempo en el cuerpo…
Violetas y azules. La sensación que tengo al cumplir años… Les diría a los jóvenes que se den cuenta de lo que tienen, que lo valoren como un tesoro. Si volviera al principio, vería el cuerpo como un regalo que hay que cuidar porque es lo único que tienes. Lo mimaría como un instrumento de música para tocar la mejor melodía.
El correr de los años en el alma…
El alma no tiene años. La experiencia, la tranquilidad, la sabiduría… la nostalgia por no haberla tenido en algunos momentos o la sabiduría que tuviste y no respetaste… Tengo recuerdos de la niñez de mucha sabiduría. Los niños son muy sabios.
Cómo fotografiarías y pintarías una vendimia atípica, un poco surrealista
A ver, a ver… Hay que pensarlo. Me viene esta imagen: un hombre de campo, curtido, con las manos con grietas y llenas de los colores del vino. Está recogiendo uvas. Lo veo a contraluz. Son uvas blancas, como de moscatel, y el sol pasa a través del jugo que cae en su boca, en la lengua. Ves la luz a través del líquido que cae.
El Museo Vivanco de la Cultura del Vino reúne 8000 años de arte en su colección permanente de arte y arqueología. La Sala 3 se llama la Bodega: el Sueño.
Que temas aparecen en tus sueños…
El sueño que más me gusta y que hace tiempo que no me pasa, y estoy deseando, es que vuelo. Durante una época lo soñaba a menudo y, al final, era cada vez más real. Y ensañaba a otros a hacerlo, con el convencimiento de que esa vez no era un sueño.
Qué sueñas cuándo estás despierta…
En plan materialista, que me llega una carta del museo más importante del mundo y que van a realizar una exposición enorme, mía. Y no me la devuelven, ¡se la quedan íntegra! Comprada, claro (Risas). Y un tópico… una casa de adobe, en el campo, en la que pintaría las paredes y la gente podría venir a visitarla. Mi pequeño museo personal.
¿Con qué escultor, pintor y fotógrafo compartirías un vino? ¿Por qué?
Hablar con Cristina García Rodero es maravilloso. Fuera de España con el fotógrafo Man Ray. ¿Pintor? Con Velázquez. Y con muchos otros. Y escultor… Bernini. ¡Y con Leonardo da Vinci! No sé qué compartiría con él, pero me gustaría que me enseñara mucho. Le preguntaría muchas cuestiones de filosofía y me encantaría que me hablara sobre su idea de la mujer. Sus cuadros tienen un misterio femenino que me interesa muchísimo. De hecho creo que era seguidor, como otros artistas que nos dejaron mensajes en sus obras, de María Magdalena. Me gustaría que me hablara de eso sin ocultamiento. Creo que a lo largo de la historia los artistas nos han dejado mensajes ocultos.
A todos les pediría poder estar allí, en sus estudios callada, mientras pintaran o esculpieran. En el caso de Velázquez le preguntaría sobre Las Meninas. Es un cuadro que encierra una metafísica… he sentido y vivido unas sensaciones con ese cuadro que me encantaría contarle. Las meninas, él, y en el otro lado del semicírculo los reyes. Velázquez siempre está con el pincel en la mano, siempre a punto de pintar algo, de crear. Hay mucho detrás y me gustaría que me lo contara.
Uno de los valores que subyace dentro del Programa de Vivanco Kids es que los más pequeños descubran su propio caudal creativo. Quizá hoy en día el arte en los niños está fuera de foco…
Ahora no tengo a nadie cercano en el colegio. Oigo hablar de que quitan las artes de la educación infantil y juvenil y me parece horrible. El ser humano es un artista innato. Todos los niños, en cuanto pueden coger un pincel o un pastel, tienen la intuición de representar la realidad. Habría que darles alas para desarrollarlo, enseñarles artistas, obras de arte. Hay profesores de plástica en los colegios que les cortan su creatividad innata y les dirigen demasiado. Todas las artes son alimento para el alma, para el espíritu, para la formación del ser humano y la felicidad. Son imprescindibles. No se nos ocurre quitarnos la comida, pero el arte es aún más importante. Estamos perdidos.
De pequeña contabas tu vida en dibujos, pero en el traslado familiar a otra casa no guardaron tus cuadernos. ¿Has perdido algunos eslabones de tu historia? ¿Qué pintabas de pequeña?
Me encantaría poderlos ver porque representaba lo que tenía a mi alrededor. Era mi forma de expresarme y me ayudaría mucho verlos para conocerme. Con el traslado no llegaron a la segunda casa.
¿Un brindis por la niña que fuiste…?
Brindo por una niña llena de paz (las personas que se me acercan dicen que es lo que les transmito). No sé qué decirte. Cuando mis hermanos se peleaban, yo siempre me escondía.
Vendiste por primera vez tus dibujos en el rastro de Estepona. Bajó de un barco el primer comprador, con su pipa y su gorra de marinero. Y te dijo: que sepas que te los compro porque sé que vas a ser muy famosa.
(Risas). Me puse a vender mis dibujos a mil pesetas (6€) y aquel hombre, que creo que me habló en inglés, bajó con su gorro de marino. Parecía el capitán de un yate. Con sus patillas plateadas… Me compró unos cuantos, 5 ó 6. Fue un augurio, un creo en ti. ¡Imagínate! No he vuelto a coincidir con él. Por aquel entonces firmaba como Bárbara y por eso a veces lanzo señales, en ese sentido, para que le puedan llegar y sepa que aquella Bárbara es Ouka Leele. En aquel entonces ya era un hombre mayor, no sé dónde estará ahora. Sería precioso encontrarme con un familiar y que me dijera “mira los dibujos que tenía de mi padre…” Me pondría a llorar.
¿Cuánto tardas en descubrir el talento de un niño?
A los niños artistas, con un alma especial, sí se les percibe. Pero curiosamente algunos no siguen: cambian de idea o sus padres les dirigen por otro lado. Mi hija, por ejemplo, tenía mucho talento con el arpa, improvisaba y la verdad, me emocionaba. De la noche a la mañana lo dejó. Creo que de pronto cambian los intereses. La vida te va llevando o vas eligiendo caminos, como los dos huevitos de Alicia en el País de las Maravillas.
El rincón de pensar debería ser un espacio también para mayores… ¿Cuál es el tuyo?
¡Lo llevo puesto! (Se ríe). Como decía Santa Teresa, hasta en los fogones está Dios. Llega un momento en que la vida te pone tanta presión, tienes que entregar encargos de un día para otro… de pronto el día se compone de 23 horas de gestión y una para hacer el trabajo. Llega un momento en que el rincón y la inspiración los llevas encima.
Por otro lado… sí hay un rincón de no pensar: el de la meditación, el de entrar en el silencio. Ahí dejo la mente limpia, y me vacío, para que entre lo nuevo.
Os recordamos que podéis dejar preguntas para Ouka Leele en los comentarios o en nuestras redes sociales utilizando el hashtag #ManerasDeContar
Una entrevista inspiradora y brillante.