Uno de los aspectos más característicos del coleccionismo contemporáneo es sin duda la apertura creciente del sector privado al gran público. A lo largo del siglo XX y en este comienzo del siglo XXI cada vez más colecciones particulares se han convertido en fundaciones y museos con una clara vocación divulgativa, desempeñando importantes funciones sociales de investigación, educación y conservación de patrimonios artísticos y culturales.
Coleccionismo artístico
Muy conocidos en el mundo del arte contemporáneo son los nombres de Gertrude Vanderbilt Whitney y Solomon R. Guggenheim quienes, en 1930 y en 1939 respetivamente, fundaron en Nueva York dos célebres museos que llevan sus apellidos. Asimismo otra figura legendaria del siglo pasado, Peggy Guggenheim, fue mecenas de artistas tan influyentes como Jackson Pollock y Mark Rothko entre otros y gran impulsora de su famosa colección particular. Como se sabe, esta última confluyó en el Peggy Guggenheim Collection de Venecia, uno de los museos más importantes dedicados al arte europeo y norteamericano en Italia. Otro caso más reciente es el de Patrizia Sandretto Re Rebaudengo (Turín, 1969), una de las grandes coleccionistas de arte a nivel internacional. La Fundación Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, nacida en 1995 de su colección particular, atesora hoy en día más de 2.000 obras de los mejores protagonistas del panorama artístico de las últimas décadas y lleva a cabo un programa cultural de primer nivel.
Vista del Museo Solomon R Guggenheim desde la 5ª Avenida de Nueva York. Autor: Jean Christophe BENOIST
Terrazas de la nueva sede del Museo Whitney, recientemente inaugurado en mayo de 2015, Nueva York. Autor: Shinya Suzuki
La conversión de una colección particular en una fundación o en un museo representa a menudo el cumplimento del trabajo de una vida entera pasada recopilando, con pasión y dedicación, los testimonios más significativos de un específico ámbito del conocimiento, de la cultura o de la creación artística. A través de estas instituciones, la colección se ordena, se sistematiza y se expone según criterios y métodos adecuados. El museo, en este sentido, constituye el espacio ideal de presentación al público de la colección. Dicho de otra forma: es el lugar privilegiado en el que la cultura y la sociedad se encuentran, dialogan y se retroalimentan.
Exposición permanente del Museo Vivanco
Siendo muy consciente de todo ello, en 1994 Santiago Vivanco (Logroño, 1973) empezó a trabajar para hacer realidad el sueño de su familia de llevar a cabo en La Rioja la construcción de un museo expresamente dedicado a la cultura del vino. Con este fin, en 2001 fue creada la Fundación Vivanco que puso en marcha el proyecto de conservación, catalogación y organización de la colección particular que el padre de Santiago, Pedro Vivanco Paracuellos (Logroño, 1946), había empezado a recopilar en los años setenta. En 2004 el Museo Vivanco de la Cultura del Vino abrió sus puertas en la localidad de Briones.
La idea de crear un museo dedicado a la cultura del vino nace de una aproximación humanística y universalista a este producto de la agricultura; esto es, del deseo de reflejar e investigar el gran conjunto de mitos, rituales y simbologías que desde hace 8.000 años el hombre ha ido creando en torno a la producción y al consumo de vino. Hoy en día la colección permanente del Museo Vivanco está compuesta por centenares de piezas originales relacionadas de diversa manera con el vino: instrumentos de trabajo, artefactos tecnológicos y etnográficos, hallazgos arqueológicos y obras de arte de diferentes épocas y estilos, desde la antigüedad hasta la actualidad.
Una conspicua sección de la colección está compuesta por pinturas, entre las que predominan los óleos, de diferente procedencia (España, Flandes, Francia e Italia entre otros Países). Estas obras se encuentran expuestas en la Sala 4 del Museo y fueron realizadas por algunos de los autores más destacados de la historia del arte. Entre otros, podemos recordar artistas españoles como Joaquín Sorolla (del que ya hablamos en un post anterior de este blog), Pablo Picasso, Juan Gris, Joan Mirò o Miquel Barcelò.
Obra destacada: Vinum de Juan Genovés
Dos de las piezas que forman parte de este conjunto merecen a mi parecer una atención especial: Copa (óleo, barniz y lapicero sobre papel, 1997) de Antoni Tàpies y Vinum (acrílico sobre tela, 2011) de Juan Genovés. Estos cuadros destacan dentro de la colección por la singularidad de su historia, siendo de las pocas obras que Santiago Vivanco ha encargado en vida a sus autores para ser expuestas en el Museo. La historia de su realización es muy parecida. Tanto Tàpies como Genovés siempre han sido artistas muy admirados por Vivanco y vinculados a él por una relación de amistad. El encargo de las dos obras es el fruto de la constancia de Santiago. Sorprendido de que ninguno de los dos maestros tuviese en su repertorio alguna obra dedicada al vino, insistió varias veces hasta conseguir que finalmente los artistas aceptaran realizar un cuadro para el Museo con el vino como protagonista. En este post vamos a centrar nuestra atención en la obra de Genovés. Tal vez el cuadro de Tàpies pueda ser objeto de otro post en el próximo futuro.
Nacido en Valencia en 1930, Juan Genovés es uno de los representantes más destacados de aquella generación artística que, a partir de la segunda mitad del siglo XX, reaccionó conscientemente contra el movimiento del informalismo pictórico; impulsando la vuelta de los motivos figurativos en la pintura. En su juventud el artista formó parte de círculos vanguardistas, como el valenciano Grupo Parpalló (1956-59) o el Grupo Hondo (1961-64), antes de empezar una trayectoria individual que duró más de medio siglo, llena de reconocimientos tanto en España como a nivel internacional.
Si el informalismo había convertido la pintura en una presencia exclusiva de los materiales, aniquilando cualquier rastro del hombre en la composición, por su parte Genovés se dedicó desde el principio a trasladar al lienzo la que él definió como la “vibración del ser humano”. A partir de la mitad de los años sesenta, su personal aproximación a la pintura encontró una profunda sintonía, por un lado, con los estilemas del pop art norteamericano y, por otro lado, con el realismo social. Estas dos referencias confluyeron en su obra generando un estilo coherente caracterizado por algunos elementos claramente reconocibles. En primer lugar, un sujeto recurrente en sus cuadros: la muchedumbre. Este elemento refleja una postura crítica del artista frente a la cultura de masas del siglo XX. En palabras del propio Genovés, la tensión entre la multitud y las figuras aisladas en sus cuadros “tiende a reflejar la fragilidad del ser humano respecto a las fuerzas tremendas y los horrores del siglo XX”, que tan profundamente marcaron su biografía y su sensibilidad artística. En segundo lugar, el original corte compositivo que privilegia una inquietante perspectiva de arriba hacia abajo y que sugiere un punto de vista subjetivo extraño a la realidad. En este sentido, la pintura de Genovés condensa y reinterpreta numerosas referencias artísticas y culturales del siglo XX, como por ejemplo el vanguardismo fotográfico (László Moholy-Nagy, Alexander Rodchenko etc.); ciertas atmósferas y ambientaciones de la pintura metafísica de Giorgio de Chirico; el ya mencionado pop art; el gran cine (Sergei Eisenstein, Dziga Vertov entre otros); el lenguaje de la publicidad; el cómic y un largo etcétera.
Vinum. Juan Genovés (Valencia 1930). Acrílico sobre tela. España, 2011. Museo Vivanco de la Cultura de Vino.
La obra Vinum, expuesta en el Museo Vivanco, sorprende por la frescura y la solidez que sigue manteniendo la pintura de Genovés después de más de cinco décadas de trabajo. La obra está pintada con una técnica esencial y una maestría que fascina por su intensidad y por la economía de recursos pictóricos utilizados. El espacio del lienzo está atravesado verticalmente por una ancha y pastosa banda central de color morado (tendente al magenta) que evoca el vino a través de una alusión cromática. Esta banda, que a nivel figurativo podríamos interpretar como una especie de río de vino mirado desde arriba hacia abajo, divide la composición en tres rectángulos de dimensiones casi equivalentes. Dos de ellos, situados simétricamente a los dos lados del río, como si de las dos orillas se tratara, están habitados por varias figuras humanas. Otras figuras parecen estar nadando o removiendo el líquido del río.
La expresión artística más recurrente de la obra de Genovés, la muchedumbre, se refleja también en esta obra que el artista brinda a Vivanco: una botella del vino de la bodega decorada con un grupo numeroso de personas.
A pesar de ser una pintura figurativa, este cuadro, al igual que toda obra de Genovés, no permite sacar de él una lectura univoca o una interpretación definitiva. Su fuerza poética se debe esencialmente a su capacidad de evocar una gran cantidad de emociones y de posibles lecturas diferentes. Se trata, esto es, de una obra polisémica y polifónica, con la que el espectador está llamado a relacionarse libremente, sin buscar necesariamente un significado único y verdadero. En definitiva, lo que el artista pretende aquí es que su personal homenaje plástico al vino quede abierto a la fantasía del espectador, a su sensibilidad, cultura y personalidad, para que éste pueda viajar en el tiempo y en el espacio reflexionando sobre los milenios que ligan el hombre al vino. En este sentido, más que darnos respuestas, la obra parece plantearnos preguntas. ¿De dónde nace y cómo evoluciona la relación entre el vino y la sociedad? ¿Hacia dónde va el vino? ¿Hacia dónde va el hombre? Parecen ser éstas algunas de las posibles preguntas que el cuadro nos plantea. Preguntas que, al fin y al cabo, son las mismas que nos plantea, directa e indirectamente, el propio Museo Vivanco.
He leido vuestro post con mucha atecion y me ha parecido practico ademas de bien redactado. No dejeis de cuidar este blog es bueno.
Saludos