Cuando conoces a alguien que se dedica a hacer retratos con miles de corchos de botellas de vino no puedes evitar preguntarle en primer lugar si su familia es de esas que tiene viñedos. Esto es lo que pasa cuando descubres los cuadros de Scott Gundersen y lo que él te responde es simplemente encantador: “Me gusta compartir una copa de vino con mi familia o amigos en la sobremesa de las cenas. Pero no, no tenemos una bodega, ni viñedos, aunque mi padre cultiva una parra en su jardín”.
Gundersen nació cerca del lago Michigan en la costa norte del Estado en un pueblito costero llamado Ludington. Tiene 35 años y es profesor en un instituto en Grand Rapids (Michigan) donde vive con su mujer y sus dos hijas. Pero también con miles y miles de tapones de corcho apilados en diferentes rincones de su casa.
Sí, estudió Arte en la Universidad, pero ¿de dónde le viene esa manía por acercar el puntillismo al mundo del vino? “Todo empezó en el verano de 2007”, asegura el artista. “Estuve viajando por África y me inspiró de una manera total la capacidad que tiene aquella gente para sobreponerse a la falta de recursos materiales con la que viven. Es maravilloso el ingenio y la inteligencia que demuestran: le dan uso a todo aquello que tienen. Reciclan cosas que la mayoría de la gente consideraría basura. Reciclan y construyen herramientas, ropa y arte con todo lo que tienen a mano. En Estados Unidos lo llamamos reciclado, pero para ellos es mucho más que eso, es sentido común. Su ingenuidad fue muy inspiradora y me hizo preguntarme qué cosas que normalmente tiraría a la basura podría utilizar en mi quehacer artístico”. En el viaje de vuelta a casa mientras se tomaba un vaso de vino hizo unos cuantos bocetos de cómo podría quedar un retrato realizado con corchos.
Así que todos los corchos que utiliza para realizar sus cuadros han sido utilizados. “En cualquier momento puedes encontrar en mi estudio entre 50.000 y 80.000 corchos. Dependiendo de la antigüedad del vino, del tipo de caldo o de corcho así será el color que deje en la base del tapón. Es impresionante el infinito número de tipos de rojo que se pueden obtener. Solo ocasionalmente trato algunos corchos con vino mezclado con tinta para conseguir un efecto más oscuro. Esos tonos son los más difíciles de conseguir”, explica el artista.
Dice Gundersen que el trabajo más difícil al que se ha enfrentado fue su primer mural en 2009, un retrato de su mujer Jeanne. Para él fue todo un reto al no dominar todavía la técnica. Por entonces recolectaba corchos de amigos y familiares y de algunos bares y restaurantes en Grand Rapids, pero pronto se dio cuenta de que de aquella manera no era suficiente. Hasta que descubrió una empresa en Austin (Texas) que se dedica al reciclado de corcho y le reservan miles y miles de tapones de botellas de vino.
Lo cierto es que este joven artista estadounidense comprendió cómo transformar el aroma, el brillo y color, la nobleza del ese líquido llamado vino para hacerlo imperecedero no solo en la memoria, sino también en evocadores retratos que pueden colgarse en las paredes de casa.
Parece que Vivanco no somos los únicos que nos inspiramos en el vino para encontrar belleza, arte y cultura. ¡Felicidades Scott por estas magníficas obras!
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