100% Maturana Tinta.
2.223 botellas.
La Maturana Tinta es una variedad autóctona riojana que no se cultiva en ningún otro lugar del mundo. Recuperada tras años de trabajo e investigación, presenta un racimo pequeño y compacto, así como bayas también pequeñas. Muy sensible a la botrytis, la brotación es tardía, pero la maduración es precoz.
Vendimia manual en pequeñas cajas de diez kilogramos de capacidad. Enfriamiento en cámara de frío hasta que la temperatura de la uva alcance los 3 °C. Doble selección de racimos y granos, con un suave despalillado y estrujado. Encube por gravedad en tinos de madera de roble francés con ausencia de bombeos y vinificación por separado de las parcelas. Maceración en frío y fermentación durante 20 días con levaduras autóctonas. Descube por gravedad a barrica de roble francés nueva y de segundo año para realizar la fermentación maloláctica.
14 meses de estancia en estas barricas de diferentes tonelerías, tostados y orígenes, sin trasiegos, permaneciendo con sus lías hasta su embotellado y realizándose batônnage periódicos durante los cuatro primeros meses. El vino se embotella sin filtrar ni clarificar por lo que pueden aparecer con el tiempo pequeñas precipitaciones de origen natural.
Nuestra botella está inspirada en una original del s. XVIII visitable en el Museo Vivanco de la Cultura del Vino.
Color rojo púrpura de capa muy alta, con un ribete violáceo muy marcado. Aromas especiados, con fruta negra, pimienta, clavo, hojas de morera, todo sobre un fondo mineral y de sotobosque. En boca es muy balsámico, mineral, con sensaciones también especiadas (se repite la pimienta, flor de rosa, comino, clavo), con un paso elegante, vibrante y largo en el posgusto.
Todo tipo de carnes a la brasa, asados, quesos fuertes y platos de caza.
Si la añada 2020 pasará a la historia por la pandemia y el reto que ésta supuso para la humanidad, 2021 será recordada por la última gran borrasca invernal que se recuerda: Filomena. Una nevada histórica entre el 6 y 9 de enero de 2021 que hidrató la tierra como hacía años que no se veía. La primavera volvió a ser muy húmeda, sobre todo en la zona del entorno de Agoncillo y Alberite, con más de 130 litros de precipitación de abril a mayo. Un verano de antaño, con un julio frío y seco, siguió retrasando el ciclo del viñedo, sumando un agosto de libro (calor y noches frescas) para conseguir unas fechas de vendimia de octubre, casi ya de otra época. Se realizaron desnietes tardíos y un ligero deshojado en la zona de racimos al inicio del envero para buscar una mejor insolación y aireación del racimo para favorecer su maduración. Los racimos fueron sueltos y homogéneos alcanzando una madurez plena, algo complejo en esta variedad. La vendimia se realizó el 20 de octubre en ambas parcelas.